Mi querida Big-Bang:

El fútbol está acabando con mis convicciones más profundas. De verdad que no quiero, pero cuando mi emisora de cabecera retransmite los partidos -día sí, día también- yo recorro el dial a la caza de noticias y no falla. Sólo la extrema derecha prescinde del gol y sigue a lo suyo; la propaganda goebbeliana. Como una es mujer de costumbres y quiere dormirse en brazos de la actualidad, me quedo escuchando con cierta sensación de traición a mis convicciones que, por otro lado, no con muchas ni están organizadas.

La voz de esos señores que se llaman pomposamente con el don por delante del nombre siempre parece que te está regañando. Más que noticias escuchas arengas y yo, que tiendo a sentirme culpable por defecto, termino la sesión convencida de que he hecho algo mucho más grave que huír del fútbol. Y como te calientan sales con ganas de pelearte con alguien para cumplir con lo que se espera de un radioyente extremo, y entonces entiendes que haya tantos taxistas cabreados por la city. Son los que oyen lo mismo que tú. Pero mucho peor. Ellos además escuchan el fútbol.

Una bronca en ayunas es como una patada con el estómago lleno. Y entonces recuerdas que anoche te acostaste después de descubrir un programa en la tele, también a la huída. La huelga dejó sin contenidos la parrilla, pero las emisoras de extrema derecha no fallan. Y allí estaba él, jugándose la bolsa y la vida en el Juego de la Verdad. “¿Es cierto que prefieres una buena comida que el sexo con Mariví”? El gordito suda, mira a Mariví, que pone cara de circunstancias, y contesta un “Sí” bien claro. Una voz en off solemne dice: Ha dicho la….verdad. Todos aplauden, incluida Mariví, que está sentada junto a sus suegros. Pero aún hay más; “¿Es cierto que dice que como su suegra se siga operando de estética va a parecerse a Carmen de Mairena?”. La cámara enfoca a la susodicha suegra, y todos los espectadores buscamos la huella del bisturí. La mujer está tensa, el gordito apenas se atreve a mirarla, pero su Mariví lo anima, porque Mariví apoya a su chico hasta el final.”Ssssssí”, responde. Y la voz en off: “Ha dicho la….Verdad”.

Mi Chuki adolescente y yo nos partimos el pecho, que diría Mariví. Tanto exhibicionismo impúdico nos supera. Llamé a J. para compartir el momentazo.Me confiesa que su favorito es un adolescente al que le preguntaron si era cierto que se hacía pajas en la caseta del perro. ¡Y tanto que lo era! El tipo se fue a casa con el dinerito en el bolsillo, y con su secreto al descubierto.

Con tantas emociones ponzoñosas he pasado una mala noche. No quiero que me arenguen, no quiero que me regañen y, sobre todo, no quiero que me cuenten intimidades zoofílicas. Por dios que alguien desprograme el fútbol del dial o me terminaré convirtiendo en paciente del programa de Patricia o en carne de cañón de la tertulia de Ana Rosa.Mucho más fina en apariencia, sí, pero igual de afín a las bajas pasiones.