Mi querida Big-Bang:

Un día de estos el mundo de irá al garete y yo no habré aprendido la lección básica: llevar la iniciativa mola para batallar en las Thermopilas, pero no para la seducción. Mi hermano I., que es listo y rápido como el Sputnik, suele decir que el que habla primero, pierde. Y yo peco de bocazas. Cuando asisto a un silencio incómodo meto relleno verbal ipso facto y termino hablando de más. Uno a cero.

Tanta vida social me ha convertido en la bombera torera de los corrillos. Es entrar en un salón grande y con canapés y vinillo y lanzarme al ruedo con una furia que el día que las cámaras de seguridad me muestren mis movimientos lograrán subirme los colores. Sí, qué necesidad hay de ser tan proactiva, si las que triunfan son las lánguidas que se acodan en la barra abanicando al respetable con sus pestañas!.

La coquetería es un arte a la espera de su justo reconocimiento. Yo pensaba que A+B era igual a C y así se forjó mi educación sentimental, pero también es cierto que pasé más de un verano dándole duro a las ecuaciones. Los coquetos, mientras, conquistaban el mundo como las fichas de colores del Risk, juego de estrategia en el que, por cierto, nunca me comí un rosco.

Sí, ahora me doy cuenta de la cantidad de señales que me advertían de que cambiara de táctica, mientras yo rellenaba conversaciones a troche y moche. Tan explícita, tan poco misteriosa. Y ahí fuera esas mujeres se llevaban sin despeinarse el gato al agua. Y esos hombres agradecían el golpe de melena, el gesto admirativo, la implícita rendición. ¿Eso era el eterno femenino? Mon dieu, han tenido que pasar muchas catástrofes en el desfiladero de mi vida para darme cuenta.

Y no será que mi padre no me lo advirtió a temprana edad: “hija, andas igual que un legionario”. Como por entonces estaba abstraída con las ecuaciones no le presté la debida atención, y aquí me tienes. Inservible para otra cosa que no sea la acción. ¿Dónde hay que pelear? es mi mantra. Y no digo lo de “a mí, la legión” porque el ejército se ha devaluado con el paso de los años y ahora sólo acuden en misión de paz. Una mariconada de la que el dios Marte debe estar muy poco orgulloso, por cierto.

Hala, arranquemos un día más en las barricadas. Me propongo sostener los silencios como el mudo de los Marx, y poner ojitos sin decir ni Pamplona como ejercicio práctico de seducción fatal. Juro que nunca, nunca jamás, volverán a llamarme legionaria. Jessyca Rabbit, tiembla, que te acaba de salir una competencia rubia y letal.