Mi querida Big-Bang:

Cuando una se gasta 185 eurazos en unos zapatos rosas forrados en tul, “a conjunto” con el vestido, está condenada al escarnio social de las rencorosas o a repetir look en seis o siete bodas para amortizarlos. En el caso de mi compi V.B. se han juntado ambas penitencias y desde aquí le reitero mi profunda solidaridad. Todas hemos tenido el momento “la cagaste” en el armario. Yo misma, un Missoni salmón que me pareció ideal, a conjunto con unas sandalias de tacón de 15 centímetros -uno detrás de otro- que duermen el sueño de los justos en el zapatero.

Yo de cuando en cuando las saco, las miro detenidamente, me subo en la escalera del pintor para ponérmelas a riesgo de matarme y pienso: “qué mal día tuve, oyes”. Después el cojo vestido salmón rayado y me lo pongo mirándome al espejo y componiendo todo tipo de estilismos: con y sin cinturón, con y sin mallas, con o sin ropa interior. Nada, no hay indulto posible. Soy un cruce entre Demis Roussos y Adriana Abascal en un reportaje del Hola (cualquiera, da igual lo que se ponga).

Anoche V.B defendía con vehemencia su inversión en tul -desde hoy tendencia-mientras L. se planteaba un dilema: practicar taxidermia con su perro o poner un anuncio en una página de búsqueda de pareja. “Yo lo que quiero es un novio de invierno, que en verano ya me basto sola para viajar y salir de marcha”. Eso es tener las cosas bien claritas. Cuántos amores prosperarían si se pusieran las cartas sobre la mesa.

Dos gin tonic después confeccionamos el anuncio fetén que hará que una legión de candidatos se pongan a sus pies entre diciembre y marzo: “Se busca novio de invierno entre 40 y 50 años, huérfano de padre y madre y con todas sus piezas dentales originales. Abstenerse tarugos y listillos. Se ofrece: sentido del humor a prueba de jefas chungas, carne tersa con canalillo turgente, buen pelo y pedicura impecable. Abstenerse atormentados, alopécicos y forofos del BarÇa”.

¿Quién necesita romanticismo cuando de toda la vida lo que ha funcionado es el matrimonio de conveniencia? ¡Cuánto bien ha hecho a la humanidad! Así lo sabe mi amiga L. y así lo sabrá mi V.B, aunque más le vale no airearlo en esas bodas a las que llegará de tul ilusión, con sus zapatos de 185 eurazos, rechinflante. Mientras yo sigo insistiendo con mis sandalias andamio de Missoni, como Cenicienta sin príncipe ni perrito que le ladre.