El amor es que tus amigas te traigan a casa empanada, deliciosos mejillones picantes y cervezas. Muchas cervezas.

Calcular de más, para que no falte pero sí sobre, es un gesto generoso. No entendí nunca esas casas en las que los filetes se compraban por unidades y cada uno tocaba a uno. O sea, que alguien se atiborraba sin ganas y otro se quedaba con hambre. Tomar la medida de la necesidad de cada persona debería ser el primer mandamiento del protocolo del cariño.

La facultad donde empezó todo

Y mis amigas lo saben, así que vienen con sus mejillones, sus cervezas y el tiempo por delante para destripar las penas, los revolcones y las playas que a estas alturas son postales de lo que fue. Y las chukis toman buena nota y se asombran: “Mami, ¿de verdad viene M.desde Torrelodones sólo para un rato y se va sola y de noche?”. Y les parece que eso de la amistad es un fenómeno in crescendo que en torno a los cuarenta no tiene regreso: si han estado ahí es que ya se quedan. Y las chukis, que son sagaces, ya han decidido que hay amores volátiles y amores expansivos. Que las raíces del corazón arraigan en territorios lejanos, en una facultad que parecía una cárcel del trópico donde un grupo de mujeres (los hombres terminaron huyendo, apabullados) asombrosamente distintas fueron encontrando agarraderos para limar sus diferencias, y hoy siguen proyectando a largo plazo ¿tal vez un crucero por el Rhin a los cincuenta?

Y sí, aviso de que voy a ponerme babosa. De entre las pocas certezas que acumulo la mayor es que tengo unos hermanos excepcionales (pura carambola de la vida) y unos amigos que son hermanos. Y que los actos de amor, catalogo, suelen tener lugar en sofás, camas y, desde luego, cocinas.

El domingo mi querida A. me invitó a comer a su casa, me hizo sentarme en una banqueta en la cocina y fue mezclando conversación con mostaza y ciruelas mientras removía el arroz y metía el pollo al horno. Hablamos, a ratos no, y salí de esa casa reconfortada y dispuesta a redecorar mi casa. 

Ayer compré pintura verde agua y llamé de inmediato a A.

-Voy a pintar la mesa de ese verde que te encanta, chitina. ¿Cómo lo ves? ¿quedará bien o engrosará la galería de los horrores en tono pastel, en plan mansión de la reina madre de Inglaterra?
-Quedará genial, ya lo verás. Pon luego plantas. muchas plantas, y verás cómo cambia ese rincón.

Y ya estoy deseando que llegue el viernes para coger los pinceles y rematar mi obra. Y con semejante motivo convocaré seguro a mis amigos y habré empezado gracias a ella una nueva etapa verde que ríete de la azul de Picasso.

Y debo llenar la nevera de cervezas. Y asaltar la estantería de los mejillones.