Mi querida Big-Bang:

La madre de la enfermera del amor frecuentaba la siguiente amenaza: “Como coja el bolso… me voy de casa”. Me lo cuenta y me entra la risa al imaginar a la señora, tan bajita y adorable, sembrando el terror familiar en zapatillas ante la idea de quedarse sin alma y sin sustento. Las amenazas las carga el diablo. Si no las cumples, la próxima vez que cojas el bolso te pondrán una alfombra roja para ver si te piras. Y así no hay quien se haga respetar.

Los norteamericanos en esto son ejemplares. Amenazan con invadir un país, un estilo de vida, un continente, y lo cumplen a rajatabla, con la CNN por testigo. “Está ocurriendo, se lo estamos contando”. El español, en cambio, amenaza con cosas del tipo sacarnos de la OTAN y lo siguiente fue que nuestras tropas estrenaban uniforme. Sí, esto fue en la prehistoria de nuestras vidas. Muchos debutábamos en el voto y 25 años después asumimos la pertenencia a estructuras militares con la misma naturalidad que el IVA, los cinco millones de parados y sobre todo nuestra incompetencia en los festivales de Eurovisión.

Hasta este año. Porque vamos a mandar a una pizpireta morena pendiente de ortodoncia con la letra que mejor se adapta a nuestra idiosincrasia: “Que nos quiten lo bailaó”. Mola. Es menos radical que “como coja el bolso…” y más educado que aquel “que te pego, leche”,  perla ruizmateosiana que dio para más sketchs que la empanadilla de Móstoles en su día.

Dirás que con tantas referencias al pleistoceno mi presunta modernidad se va al garete. Lo asumo. Creo que para no repetir los errores hay que revisitar nuestro pasado glorioso. El otro día, sin ir más lejos, lo comentaba con mi amigo J.: ¡Hay que ver qué incomprendida fue la serie “Sensación de vivir”, con la de verdades filosóficas que nos descubría! Simples, es verdad, pero con un trasfondo que te dejaban reflexionando tres o cuatro días. Brandon y Brenda eran nuestros Zaratustras estivales, con esos looks de plexiglás y esa intensidad biográfica que no escatimaba en truculencias como el alcoholismo y el sexo inseguro al sol de Beverly Hills.

Los padres de Brenda y Brando, además de no calentarse mucho la cabeza con los nombres, no solían cumplir sus amenazas. De aquí que yo tampoco lo haga con mis Chukis: “Como toques mi ordenador te vuelco todos los botes de pintauñas de los chinos que guardas en tu zulo”, le digo a la adolescente. Y sí, la primera vez corrió a esconder el botín. Ahora se pone en jarras, me sonríe sardónica, y suelta: “¿No se te ocurre nada más creíble, mami? ¿Me dejarás sin paga, borrarás el video de Beyoncé de mi Ipod, sabotearás mi Tuenti?“. La muy asquerosa no sabe que mi cultura chunga más contemporánea bebe de Angela Channing, la abuela chunga de Falcon Crest, de Dallas y de Dinastía.

Te dejo, que voy a coger el bolso a ver si consigo hacerme respetar. Mi autoridad se resquebraja por momentos y en estos casos lo único que funciona es entregarme a la Sensación de Vivir. Como una Brenda cateta y soñadora.