-Mi marido murió hace tres meses.
-Lo sé…
-Y ahora tengo miedo.
-¿De qué?
-De morirme yo, ¿de qué si no?

Una peluquería es un confesionario con champú, revistas manoseadas y secadores de mano. La mujer reclinada en el lavadero ha decidido no hablar de chismes con su peluquera, sino hablar de su pánico. Y entregarlo junto con su cabeza coronada de canas que ya nadie acaricia por las noches.

J. está obsesionado con que le deje tocar mi pelo. A medida que crece mi negativa se dispara su deseo. Esa táctica de cortesana me da risa, pero lo cierto es que odio que me toquen la cabeza. Ni siquiera mis hijas. Esta fobia -unida a la de las cucarachas y las agujas- merecería dos o tres sesiones de diván, si no fuera porque tiene su excepción. A María, mi adorable peluquera marroquí, se lo permito todo.

-¿María, qué me vas a hacer?, le dije ayer, después de observar que había perdido muchos kilos pero ni un gramo de sus pechos generosos.
-Poco, que estás guapa, cariño. ¿Cómo van tus niñas?

Y luego me dejó respetuosa sumergirme en mi libro de Milena Busquets También esto pasará” (Anagrama). Y pasaron 109 páginas frenéticas hasta que el rubio alcanzó su cota máxima. Y ese fervor de subrayar mientras caían gotas en las páginas…

Milena Busquets

Una de las mejores maneras de descubrir los rincones secretos de tu propia ciudad, no los románticamente secretos, los de verdad improbables, es enamorándote de un hombre casado”.

Para mí un casado/emparejado, ya sabéis, es como el agua para un gremmlin. Veneno puro. Lejos de consideraciones morales, sostengo que ir a ellos es como ir a una batalla perdida de antemano donde tú eres tu propio ejecutor/a. Pero me interesa el fervor de Milena, su orfandad herida y esas frases latigazo que deja caer con redomada intención: “el amor es lo menos fiable del mundo”.

El mapa de este libro tan fiable es Cadaqués, y hacia allá va mi amiga E. con su hijo. Y es todo un via crucis. Siete horas o más al volante para exorcizar su pena terca que empieza a consumirle las entrañas y la ha dejado enjuta como un jilguero a dieta de trinos y de alpiste. Le digo por wasap que es una valiente. Que yo en su lugar contrataría un chulo conductor. Y que lea a Milena, tan seny como ella: “Es una buena pieza, pija catalana hasta decir basta. Por cierto igual me la encuentro en Cadaqués, su ex tenía casa ahí, creo. Y lo del chulazo con gorra me está apeteciendo de repente”.

Luego, también de repente, en una recepción en la embajada de Colombia, me encuentro a otra mujer que conocí, y me escucho confesarle: “Hace 15 años te encargué un tema. Me impresionaba tu seriedad, sentí que sabías tanto de la vida y yo tan poco…” Ella me miró con esa serenidad cómplice que estrenamos, y me dijo: “ya sabes que la seriedad es la máscara de los tímidos”. Y roto el hielo hablamos de literatura, del fuego que devora la salida volcánica de las palabras por la puerta de atrás. De Robert Louis Stevenson, de viajes a la India. De noches invadidas de frases y de párrafos que si no escribes se quedan a vivir como espíritus impertinentes.

-¿Alguna vez te atrajo otra mujer?
-Sólo una vez una mujer consiguió ponerme muy nerviosa. Sentía su mirada y me ruboricé. Sin embargo me gustan los hombres. O mejor dicho, el hombre. De uno en uno.

(Esta conversación no es de esta escena. Perdonad la licencia)

Hay una conexión entre mujeres que fascina a los hombres y a veces se confunden y lo convierten en fantasía erótica. Lo que les excita, me parece, es no poder formar parte del grupo, ni entrar en esa intimidad mística y relajada de seducción (claro que aquí habría que hablar de tipos de seducción). A mí me seducen las mujeres que han mirado mucho y vuelven a la superficie cargadas de razones y desnudas de dogma. En realidad aprecio lo mismo en los hombres, pero es menos frecuente dar con uno que te muestra sus heridas sin mostrar enseguida su lanza ensangrentada.

Que yo sepa, lo único que no da resaca y que disipa momentáneamente la muerte -también la vida- es el sexo. Su efecto fulminante lo reduce todo a escombros“. Sabia Milena. Y luego, mi rubio a dos minutos del de Marilyn, “Después de todo amamos como nos han amado en la infancia, y los amores posteriores suelen ser sólo una réplica del primer amor. Te debo pues todos mis amores posteriores, incluido el amor salvaje y ciego que siento por mis hijos“.

Creo que me gustaría juntar a esa mujer Milena con E., con mi María, con mis amigas de la universidad, con M.J, con L. , con F. con C. Con todo mi alfabeto de mujeres que me descubren mi esencia de mujer y me proyectan. Bendito gineceo de mi vida donde el lugar de honor lo ostentan mis dos hijas. El amor primigenio y en cascada que brota y que me deja sin cauces ni compuertas. Defendiendo apenas la plaza de mi pelo. Rubio por fin, desnudo e intocable.

P.D. A J., que lo intenta todo. Que lo entiende todo.