Mi querida Big-Bang:
Ando buscando un cómplice para perpetrar un crimen. ¿Es sostenible el asesinato? Me refiero a si lo es desde el punto de vista medioambiental. Asesinar intenciones de idiotas debería tener bula papal. La imagen del tonto bondadoso no me la creo. Es más, debajo de muchos suele haber bichos malos con trampa. Tú te acercas con esa compasión de colegio de monjas y entonces el tonto, o la tonta (que tiene su casuística peculiar, pero no alarmemos a las feministas) te la clava sin despeinarse.
Sí, ahora me dirás que los serial killers más chungos de la historia tenían altos cocientes intelectuales y probada capacidad para la manipulación. Cuando el listo se pone a pergeñar asuntos turbios le salen redondos. Pero prefiero un crimen a lo grande que ser víctima de un tonto que se frota las patas como un tábano y te chupa la sangre con su perfil bajo y su cara de discapacitado para el mal.
Ahí están la rubia tonta (con mechas), el tonto del pueblo o el hermano tonto de “Algo pasa con Mary”, esa película de los Farrelly que menosprecian los culturetas y con la que yo me troncho porque soy simple hasta el paroxismo. Y rubia. Pero debo añadir en mi descarga que apreciar la chorrada con un punto de ironía delirante no es de tontos, sino de supervivientes. De seres que necesitan desesperadamente echarse unas risas libres de impuestos para salir a respirar el aire viciado y denso de la modernidad cotidiana. Y espero que con esta frase altisonante y fatua te hayas convencido de que todo tonto, y sobre todo, toda tonta, lleva un discurso endeble y enrevesado dentro.
A lo que iba. Ando detrás de la figura de un superhéroe lerdo, pero amenazador. Alguien entre Anacleto, agente secreto y el Guerrero del Antifaz con un punto del Jocker de Batman. Un tipo peligroso que lo parezca. Urge terminar con binomios como el obeso mórbido feliz, la embarazada honrada, la maciza bobalicona, el político vocacional o el tonto inofensivo. Los clichés, tan necesarios para orientar nuestra confusión, nos han hecho demasiado daño.
Me llamo X y soy tonta. Rematadamente tonta. Y ahora que tengo una coartada me voy a exterminar a esos ingenuos que se ríen de mí como de Cameron Díaz. Sí, ella está mucho más buena. Pero yo tengo un talento inusitado para el absurdo. Y para el crimen sostenible (y hasta insostenible).