Escapo de una pesadilla como buzo sin oxígeno que forcejea por alcanzar la superficie. Debieron ser los deliciosos tortos de anoche. O esa sensación extraña de miedo a lo que pudo haber sido: mi coche me había informado de que me quedaba gasolina para 7 kilómetros y la gasolinera más próxima, calculaba yo, distaba unos diez. Se olía la catástrofe. Encima supe, tras hacer la llamada al comodín del público que empieza por G., que cierra a las 22h, y eran las 22.30h. Yo me había comprometido a recoger a mis Cenicientas en su salida nocturna a las 00 horas. “Si tardáis, vuestros móviles se convertirán en ratas hambrientas”, amenacé en una actualización sui géneris del cuento para asustarlas con lo que de verdad les importa.

Lo habéis adivinado. El asunto del coche sigue en territorio diván. Lo peor es que yo misma tiento al diablo y en lugar de llenar el tanque -eso que da tanta tranquilidad como llenar la nevera- apuro hasta que salta el piloto correspondiente. Arabella diría que consolido mi fobia para sentirme especial. Una mujer/un hombre sin fobia es como un huevo frito sin patatas. Y a punto estuve de decírselo a la señorita que me llamó para recoger mi opinión sobre el trato recibido en el taller mecánico:

-¿Diría que fue excelente, muy satisfactorio, satisfactorio, regular o malo?
-Satisfactorio justito, diría que como el examen de lengua de Minichuki.
-¿Qué quiere decir? Esa casilla no está contemplada en el test.
-Quiero decir que su mecánico me trata con mucho ringo y mucho rango pero mi coche entra con una avería y sale con otra.
-Ah…ya veo. Pero respecto a la avería diría que se resolvió de forma excelente, muy satisfactoria, satisfactoria…
-Le he dicho que una se resolvió y apareció otra que antes no existía.
-Y cómo calificaría la actitud del encargado: excelente, muy satisfactoria, satis…
-Mire, entiendo que es su trabajo pero está siendo muy insistente con los calificativos. Si quiere jugamos al veo-veo que es con sustantivos y da más juego.

No me gusta ser borde (las chukis piensan lo contrario), pero que me toquen las narices con el coche se parece mucho a mencionar soga en casa de ahorcado.  Creo que el verano es la estación más virulenta. No hay más que ver la cadena de sucesos en la que se han convertido los Telediarios: fuego, asesinatos, accidentes de tráfico, ahogamientos en piscinas y embalses, políticos en precampaña. Nadie se relaja cuando toca por decreto, las familias se pelean en las playas y proliferan horrorosas canciones pegadizas que un día te sorprendes tarareando en la cocina.

Para colmo, ayer pillé a mis chicas viendo “Mujeres, hombres y viceversa”, y se reían. Después me confesaron que por la noche se habían entregado a “Adán y Eva“, un concurso donde los protagonistas van en pelotas y dicen que La Alhambra está en Córdoba y que no saben lo que es el Manzanares (juro que no exagero, me lo contaron ellas). Iracunda por el simple hecho de que les hiciera gracia tanta estupidez, la emprendí contra la mayor:

Adán, Eva y la Ignorancia

-¿A ti esto te gusta porque te hace sentir más lista, verdad?
-Humm…Sí.

No soy borde, pero ando cruzando la línea peligrosamente. Me resisto a pensar que ahí fuera haya gente que despelote su ignorancia y falta de educación delante de las cámaras. Me parece mucho más obsceno que mostrar sus culos. Y siento que algo estoy haciendo mal cuando a mis hijas les atrae esa casquería presentada por una pizpireta sonriente que mira a esos poligoneros culturales con el sadismo de saber que una barbaridad conducirá a la siguiente. El share de la bajeza. Decido que voy a descodificar ese canal hasta nueva orden. Pero no soy capaz. Mejor salgo a echar gasoil declinando el rosa-rosae para arrancar ese sabor acre que se te queda cuando compruebas que tienes dos zopencas dispuestas a consumir telebasura sin que se les corte la digestión.

Cría cuervas…