“Salgo del chequeo médico. Este año no he hecho trampas y me dicen -o eso creo- que tengo pérdida severa auditiva. Pregunto que si del izquierdo y no entiendo la respuesta. No insisto por timidez. Por favor, aprovechad este año para decirme todo lo que queraís que sepa antes de que tengamos que tirar de pizarras individuales. También me he dejado un centímetro de estatura por el camino…Una joya esto de los cuarenta…” Fdo: Uno de mis hermanos.

En mi familia damos así las grandes noticias, al detalle y con humor desenfadado. También solemos hacer trampas en el médico -ya lo conté- cada uno en su especialidad/debilidad. Yo cuando me preguntan cuánto duermo sumo una hora a la realidad, y también soy generosa al glosar  con qué frecuencia hago deporte y cuánta fruta y verdura hay en mi dieta (prácticamente un huerto. Los cocidos y paellas llevan puerro, repollo, zanahoria y pimiento, así que cuentan como plato verde). En el capítulo alcohol, tiendo a olvidar una o dos cervezas de mi cupo semanal. Y lo mismo respecto a tartas y pasteles, “amnesia edulcorante” la llaman.

Confesaré además que meto tripa en la báscula y contengo el aire porque, como a mi amiga B, a mí también me engorda la respiración, y cuanto me miden -ese momento humillante de enfrentarte a misteriosas contracciones del esqueleto- estiro el cuello como si fuera Rose, la del Titanic, buscando una tabla entre las aguas heladas para salvar el tipo.

Hace un rato que no acierto a enhebrar agujas sin gafas (presbicia es una palabrota, no la diré en este foro por si hay niños) y el otro día hice un recorrido absurdo en el metro porque no leía bien la letra diminuta de esos planos hechos por un diseñador perverso y menor de 30 años.

 Si salgo una noche a lo loco -la una de la mañana es ya locura- tardo 24 horas en recuperar mis constantes vitales.  A las 22.00 me convierto en un boxeador noqueado y me tiro a la cama con urgencia y avidez.

Pero sigo sintiendo que que soy eterna cada madrugada cuando me arrastro hasta aquí. Y nunca estoy de vuelta demasiado. Y sigo confiando y sigo equivocándome al interpretar señales, estrellas que no son sino aviones low cost surcando el cielo. Y me apunto a todo lo que excita mi curiosidad, y no releo demasiado ni me sumo a conversaciones sobre lo que fue ni lo que fuimos en esos días de vino y rosas.

Yo el vino y las rosas los prefiero del día. Frescos, eufóricos o desconsolados. El pasado es para lo cobardes. Como diría mi querido hermano medio sordo: “¿Qué somos? ¿hombres o ratones?”.

Le diría que los cuarenta tienen muchas ventajas y algún pequeño daño colateral (no me acostumbro a que me llamen señora, no me siento señora, por ejemplo). Le dije por wasap que tiene el cerebro de un chaval, de un chaval muy listo e ingenioso, y me envió un emoticón de gratitud. Somos hombres y mujeres, no ratones. Con gafas, con algo menos de agudeza visual, pero con la cabeza tersa y las ganas intactas. Así que gaudeamos ígitur y pasemos la ITV cogiendo carrerilla. Pararse en los pequeños detalles biológicos es una vulgaridad que no está a la altura de tu grandeza ni de tu estatura levementemenguada, querido y enorme brother.

Y respecto a tu sordera, como diría papá: “Para lo que hay que oír…”