“No he observado nunca los lunares del cuerpo de mi madre, pero conozco hasta en los más nimios detalles los lunares negros, marrones y turbio-traslúcidos del cuerpo de la primera chica a la que acaricié desnuda; las gotas de nostalgia del rostro de Bucarest, los lugares en los que nos detuvimos, nos besamos y nos abrazamos, en los que charlamos, en los que bebimos y…