El mejor novio es el que te deja crecer sin ponerte zancadillas.

Ayer escuché algunas frases sobre las que reflexionar entre una marabunta de conversaciones cruzadas. Tanto ruido impide a veces detenerse en aquello que puede cambiarte la vida. No suelen ser grandes sentencias, ni las pronuncian los profesionales del discurso, más centrados en rellenar bocadillos de propaganda que en desbrozar el camino de las pequeñas certezas.

Hay muchas definiciones del buen novio/a, pero esta me la dio ayer una psicóloga que trabaja con adolescentes perdidos en babia. O sea, casi todos. Chicos de 15 años y hormona picajosa que entregan su alma y su cuerpo al primer príncipe que los besa. Entonces hay que huír de la moralina peligrosa, del resabiado “yo a tu edad no besaba”, o del tentador “ese chico no te conviene” y alumbrar una frase certera, simple pero llena de balas en la recámara.

El mejor hombre es aquel que te deja crecer. La repito, la repienso. También vale para las novias, desde luego. Y muestra un cajón de sastre donde cabe prevenir los celos patológicos, el maltrato, la deslealtad, la competencia febril…

Antes, mi amiga A. me dejó caer otra frase para quinceañeros ardientes. “Debemos decirles que está muy bien que quieran a ese chico, pero que no olviden que sólo es el primero de los que vendrán”. O sea, que la vida sentimental es una maratón, no una carrera de velocidad donde partirse las piernas por un triunfo rápido. Que hay que pensar en que algunas lesiones impiden rematar la jugada y te condenan a las parolimpiadas del amor.

La tercera frase del día creo que la dije yo misma, y pido perdón por la osadía: “Elegí al mejor padre para ser madre”. Se la escribí a mi amiga M.J. Una mujer increíble que empezó siendo mi vecina y, después de abandonar la puerta de al lado, no me ha soltado la mano jamás. Me parece que con los novios se puede, y hasta se debe, brujulear, desnortarse, sufrir aguadillas y hasta requerir primeros auxilios en momentos de ahogo donde el corazón casi deja de latir. Pero cuando se trata de los hijos es vital tener un brazo sólido. Un tipo imperfecto pero que en las grandes tempestades saque el salvavidas y te acompañe a la aventura de alto riesgo de reflotar hijos. Esa que no está escrita en los manuales.

“Deja de remar sola, te agota”, es otra de las frases del día. Me la debo hacer mirar. La comparto con todas mis mujeres, solas o emparejadas, que salen a faenar sin pedir ayuda mientras ellos se quedan en casa con el mando de la tele. Conste que no me ha dado un arrebato feminista de perfil bajo. Las conozco, las admiro y a veces me pregunto si hubiera sido igual de seguir el consejo con el que arranco estas líneas deshilachadas.

El mejor novio es el que te deja crecer. Y te permite pararte a descansar esos días en los que no te queda un gramo de esperanza.