Ingres. Odalisca

“Dios es el Cuarteto nº15 en la menor de Bethoven, como ya propuso un personaje de Aldous Huxley en Contrapunto. Dios es la inocencia trágica de mi hija Mónica, su bellísima mirada. Dios es la mansa palmera que contemplo desde la ventana. Dios es la espantosa crueldad del cosmos”. (Pániker, ¿quién si no? Anoche antes del sueño)

Tan de acuerdo con su laicismo sagrado como fórmula, me dispongo a poner el árbol de Navidad. Detesto los belenes -son figuritas grotescas, preferiría una representación de gárgolas catedralicias o de mascarones de proa- pero me sale una indisimulada vena kistch en lo que al abeto se refiere. Competirá durante un mes con esas plantas inmortales que clono en el salón porque solo ellas soportan mi desidia o el ahogamiento cuando recuerdo que necesitan beber (menos mal que con mis hijas fui un poco más atenta).

Escucho el citado cuarteto de Bethoven. Pero sueño con Bach. El absoluto.

Mataría ahora mismo por un café con leche. Intenso, aromático, dulceamargo. Miro con desdén el té verde que agoniza en esa taza. Bebedizo turbio y muy sobrevalorado. Al té le faltan cuerpo, decisión, entrega. Es una bebida de cobardes, de mediopensionistas, de viejas con problemas de vesícula. De esos hierbas a los que no frecuento y sin embargo…De gente sin carácter, ya lo he dicho.

-Mamá, para no ser una bío de ésas tienes la despensa llena de quinoa, arroz integral, boldo, manzanilla con anís…
-Tienes toda la razón, mañana la atiborro de grasas saturadas y bombones.

¿Cuál es el misterio del Misterio?

(Contradicciones. Tampoco me gusta el rosa y no lo visto, pero podría exhibir una colección de prendas de ese color, distintos tonos, para ser desenmascarada de inmediato. Uno es quien es en casa, así que cuantos menos testigos, mejor. Ayer tarde de chicas, mi mayor recogiéndome en el trabajo. “Me he pasado de parada, mami”. Digna sucesora, pensé yo. Y aunque el plan era conquistar y hacernos fuertes en esa explanada bella del Palacio de Oriente, me lo cambió por un shopping tardío de los que te pillan zombie de pasos, justa de entendederas tras un cierre y sin ganas de seducir faldas o blusas.

-Siempre que vamos de compras te quejas de cansancio. Jopé.
-Y tú me llevas muerta detrás, como tu mucama. Guapita

Navidad otra vez. Cada año me arrastro por el tramo final del calendario con esa tentación irremediable del balance. Algún rasguño ha habido, muchos libros. Menos carreras de las que hubiera deseado. Manos frías. Me faltó el viejo sueño de mi casa con patio, renovaré el deseo. Mis hijas cada vez más independientes, me encanta asistir a ese espectáculo desde un palco de bata y zapatillas. Mi padre vendrá a casa en dos semanas, de nuevo mano a mano. El olor a tabaco, los arreglos de todo lo que se me ha roto en 2015. Tornillos y tacos por doquier. El caldo de gallina en la cocida. Su voz de fumador empedernido llamándome por el pasillo: ¿Un aperitivo, bruja?.

Navidad es que venga Papá Noel a casa y te empiece el jamón, que tú no sabes. Despedir a las chicas, que se van con su padre. Cocinar algo súbito, de oído como siempre. Buscar algún concierto apetecible. Quedar a cenar con los amigos. Saltarte algunas normas, descongelar anhelos. Salir de paseo con el gorro calado a conquistar Madrid entre tinieblas. Y esa cita con Ingres, aún pendiente. Iglesias y monjitas con sus cantos (igual que las sirenas, vive dios). Hermanos y cuñadas y sobrinos. Y encierro algunos ratos para seguir apuntalando el peso nutritivo de cierta soledad. Y así hasta que terminen…Happy Chritsmas.