Mi querida Big-Bang:

Cada vez que voy a un acto con muchos señores poderosos de traje y corbata tiendo a acercarme al que se sale del dress code.Normalmente es un tipo sin poder, pero muy seguro de sí mismo. No te hablo del tipejillo que pretende provocar hecho una mamarracha, sino del que adopta su propio look pero con cierto respeto por la concurrencia.

Ayer volvió a pasarme. Yo llegué con mis amigas L y M., tarde (como hacen las señoras). De negro, con un trench vainilla que me daba cierto aire de respetabilidad y chic de andar por casa. Detecté al camarero, trinqué una copa de vinillo y mariposeé aquí y allá, sacudiendo las pestañas y clasificando las corbatas en: Hermès, Emidio Tucci o Milano bonito (las de Camps). Y a los hombres en: jefe, súper jefe, chungo y sobrao. Muy entretenida, eso sí, porque los camareros eran los de la cafetería que me da de desayunar hace años, y me hicieron la ola: nunca hubo tanto canapé de tortilla sobrevolándome.

Y entonces le vi. Era él, el artífice de tantas noches de desmelene. Aquel que con sus rizos, su lunar y sus mallas de pirata me hizo enloquecer al ritmo de “A los hijos del rock&roll, Bienvenidoooooooos”. Tengo para mí que lo más parecido a Mick Jagger versión cañí es Miguel Ríos. El tipo lleva el rock en las venas, pero no se hace transfusiones de sangre, como el otro, porque no las necesita. “Él está más arrugado que yo”, me puntualizó. “Y tiene menos barriga, ja, ja,ja”. Un rockero viejuno que se ríe de sí mismo es un tipo con el que saldría a cenar, si me lo pidiera. Lo que no puedo soportar es que tenga el cutis más liso que yo:

-Hola Miguel, soy una hija del rock&roll y groupie entregada. Hazme tuya si lo consideras oportuno…
-Ummm ¡Querrás decir “nieta” del rock&roll!

Sí, el tipo había empezado muy bien, mejor que bien. Si te adula un imbécil lo desdeñas. Si lo hace un hombre de 65 con cutis de 45 y espíritu de 25, la cosa cambia.

-¿Has pactado con el diablo, verdad? Anda, cuéntamelo que no se lo voy a decir a nadie.
-Es genética, guapa. Y un poco de gimnasio.
-Dime que para tu concierto de despedida no sacarás las mallas de pirata.
-No, que uno tiene su dignidad! Pero que sepas que de voz estoy mejor que nunca, chatina.

Lo que siguió fue un brindis por los viejos tiempos. Sin nostalgias ni mariconadas. El tipo es presente continuo, pensé yo, no como los Stones, que se han conservado en formol gracias a los picos de heroína. Pero eso no se lo dije porque no me pareció políticamente correcto y porque llevaba un trench vainilla.

Me gusta el espíritu del rock. Esa pasión, ese desenfreno que no es grotesco. Miguel Ríos cita a un poeta, es amigo de la mujer de un rector, se mueve con delicadeza y conserva ese deje granaíno que me vuelve loca. Ayer volví a ser una groupie. Y hoy me he levantado tarareando feliz “Santa Lucía”.

“A menudo me recuerdas….a alguien”