Mi querida Big-Bang:

Mi chuky pequeña me avisa que la playa está “llena de cuernos de unicornio, mami, cuando vengas yo te llevo y los cogemos todos, todos”. La verdad es que no había pensado enfrentarme a animales mitológicos con la trabajera que llevan los de real life, pero le digo que sí, cariño, iremos a por ellos y los meteremos en un cubo con los renacuajos, los cangrejos, tu insolación y todos los hallazgos que recojan tu mirada de asombro y tu afán depredador.

Me gusta pensar que el mundo paralelo de un ser de siete años es el de verdad. Que las algas con los pelos de una sirena chunga que sedujo al capitán Nemo y que esta vez la arena que se te clave en el culo haciendo castillos forma parte de un tesoro que olvidaron los piratas en su borrachera de ron. Respondo a mi chukina: “por aquí algún minotauro me ha dado un revolcón, pero no temas. Son cobardes y a la que te descuidas se baten en retirada. Prepara la red naranja, chitina, que cuando baje la marea vamos a montar un aquelarre de bichos que el arca de Noé va a parecer un juego tonto de Playmobil”.

Hay bandera roja, a ratos, la mar está picada y no piensas retirarte de la orilla. Anoche cena con amigas del alma en un bar como el de Grease. No, aún nadie se ha teñido el pelo de rosa, pero todo se andará. Confidencias y aros de cebolla, sírvanse. Y el relato de siete días que cambiaron tu frágil mundo y tu mirada. Vuelvo a intentarlo con la cerveza, directamente a morro, y vuelvo a sentir una naúsea amarga. “Tú no te lames las heridas, querida, les echas un puñado de sal gorda y las pones al sol de mediodía, para que en horas se amojamen y dejen de dar por saco”. ¿Y eso es malo?

Comer hamburguesas con la música a tope es un infierno. Salir pitando en cuanto John Travolta nos trae la cuenta, una urgencia necesaria. Madrid reverbera, tu estómago reverbera y las hormonas te avisan de que esto va a ser un triple looping sin red. Pero mola tener amigas que te acompañan en el bucle, que lo llevan haciendo veinte años, no, aún más. Y que cuando esto pare y eches la pota te tenderán una toalla fresca con limón y risas.

Repaso la lista de los bichos que pienso exterminar: un par de cíclopes zumbones, tres basiliscos porculeros, una estinfálida ñoña, media docena de chupacabras voraces y un coro de arpías pasado de decibelios. Definitivamente me quedo con el ave Fénix y anoto:”comprar un buen arpón para abatir a los unicornios de la playa”. Sea.