1. A veces una madre tiene que hacer preguntas muy incómodas a su hija/o adolescente. El silencio administrativo no casa bien con la responsabilidad. Ningún silencio casa bien cuando hay un asunto pendiente entre dos. A menudo una madre/padre tiene pánico a la respuesta y prefiere no saber. Pero si se atreve y pregunta, es muy posible que su hijo reaccione bien y conteste. Aunque sea a trompicones. Luego, madre e hijo/a dormirán ocho horas, tranquilamente.

2. Hay películas que se te pasaron en su día y no entiendes cómo. Ayer vi en casa Revolutionary Road, de Sam Menkes, estremecida. Una pareja se aferra a un plan disparatado para salir del abismo de sus vidas condenadas. La historia de tantas parejas que se inmolan en un amor contaminado y renuncian a perseguir sus destinos individuales. El relato perverso de tantas parejas que funcionan sólo con un plan de suicidio. Dos que se matan por la noche y fingen que todo va bien a la hora del desayuno. Me pareció violenta y desesperada. Una indagación profunda en esa sima llamada desamor que a veces se rellena de amor fingido. Pensé que es un gran error delegar en la pareja el reto de tu felicidad. Y que de esto también debo hablar con mi adolescente, aunque me ponga cara rara.

3. El Papa Francisco ha vuelto a hacerlo. Hoy asegura que las mujeres no pueden ser la servidumbre de los hombres en la Iglesia. Me parece valiente, y ese reconocimiento no debería depender de la condición de católico creyente o ateo. Imagino la legión de enemigos que se está labrando en la Iglesia, los susurros de pasillo, las malas intenciones. Las monjas siempre han tenido vitola de pringadas, segundonas y, en consecuencia, revenidas en la iglesia. Algunas de las de mi colegio eran como Lucifer, de una crueldad tan refinada que daba miedo. Nacer ciudadano de segunda te predispone a la inquina universal, al resentimiento. Decir la verdad y denunciar los pecados de la Iglesia, a la conspiración. Veremos.

4. Uno de los talentos ajenos que admiro es el de la sabia combinación de palabras y silencios. Con ciertas cautelas. Detrás de alguien que calla puede haber un conjunto vacío. O un ser taimado, ladino, que no muestra sus cartas y espera que el rival saque las suyas. Un bocazas, por el contrario, mete la pata, molesta, aturde e impacienta, pero en el camino se desnuda y se expone en su estruendo de trilero de calle. Al primero conviene vigilarlo, al otro llenarle la boca de un bocado correoso cual filete con nervios que le obligue a masticar despacio, largo y tendido.

5. Hoy toca brunch con mis amigas de la universidad. Esas con las que no hay que calcular los silencios ni los torrentes de palabras. Sólo dejar que fluyan entre risas, confidencias y sandwiches club con zumo de naranja.  La amistad es un domingo por la mañana y un plan despreocupado y libre. Muy libre.