El padre de P. hacía ayunar al pez familiar los viernes de cuaresma. “Si yo no como, tú tampoco”, debía pensar. Y así, con rugidos estómago, la familia vivía la Semana Santa como dios manda. Unidos en la frugalidad y el deseo.

La religión, en tiempos de agnosticismo, suele dar lugar a fricciones, también con amigos y allegados. Y a las pruebas me remito:

¿Qué os parece el nuevo Papa?
-Un hijo de puta, como todos.

Si te responden así, no te queda otra que callar porque el listón de cualquier posible relato cae al saco de la bilis más pringosa. Menos mal que siempre hay acontecimientos que equilibran la balanza. Esta vez la conversación transcurre a la mesa, entre amigos.

-¿Qué os parece el nuevo Papa Francisco?
-Me encanta. Creo que lo ha elegido el Espíritu Santo.

Papa Francisco

Estupor. Pero no exabrupto porque en esa mesa se respeta la fe ajena. Sin embargo, hay quien apunta una chanza con aleteo imaginario, y la mujer que mentó a la paloma se siente obligada a defender su fe. Y lo hace con vehemencia, y me sorprende porque pocas veces he asistido a un alegato similar. Y me parece bien, porque no creo que corran buenos tiempos para los que creen. Y es valiente hablar de dios ante quienes no lo ven, no lo sienten ni lo oyen.

-¿Qué os parece el nuevo Papa?, me atrevo a lanzar en otra mesa, la tercera. Cinco hombres. Dos mujeres. Cinco gays que tienen sobrados motivos para el exabrupto porque Francisco ya se ha mostrado contrario al matrimonio entre personas del mismo sexo. Da igual que se amen, (¿quién dijo que el matrimonio era por amor, señora Iglesia?). Pero esos cinco hombres encantadores y educados que se aman, por cierto,  no se lanzan al ataque fácil, sino a la discusión tranquila e inteligente sobre si el Papa coqueteó o no con la dictadura argentina.

-El Telediario se ha dedicado a lavar la imagen del Papa, ¿lo habéis visto?, reta A.

Torrijas

Lo hemos visto. Lo que no impide que P., hijo del hombre que somete al pez a ayuno involuntario, confiese que ama la liturgia como espectáculo bello y proponga que vayamos a una misa en Semana Santa. Y entonces yo proponga que asistamos a un concierto de música sacra en alguna iglesia, uno de mis placeres secretos favoritos. Y luego comamos torrijas como amigos que somos. Y celebremos que lo que define la amistad es la aceptación de lo que piense el otro, aunque no coincida con lo que pienses tú. Que sentirse cohibido por pensar con libertad no es ser libre, sino adaptado como el pobre pez a su pecera.

Así arranca este sábado regurgitante de intolerancias y con la música de El Mesías de Haendel a todo trapo en el salón de mi casa. Lo más cercano al paraíso que uno puede tocar cuando se encierra en cónclave voluntario consigo misma. Si estás ahí, Ora pro nobis.