-A ver, ¿cuántas clases de anestesias hay?

La enfermera ordena despreocupada el cajón de las vendas mientras su pupilo, un veinteañero disfrazado de quirófano de pies a cabeza, duda y se arranca con una respuesta titubeante.

-Pues…no sé…General, raquídea, epidural…particular.
-¿Particular, como el patio de mi casa? Céntrate, ¿qué anestesia les estamos poniendo a estas señoras que una hora después de operarse salen andando?
-Epidural.

El espectáculo es digno de verse, y la paciente que espera en la cama junto a ellos a ser intervenida no puede evitar partirse de risa cuando la maestra corrige al premio Nóbel que le han asignado en prácticas. “¡La epidural les deja las piernas inmóviles! Se-da-ción”.

A lo que la paciente apostilla: “Sí hombre, la de Michael Jackson!”.

Ya antes, el enfermero en prácticas ha ido a buscarla a la sala de espera: -¿Cuándo dura la intervención? Y él, casi tartamudo:
-No sé,veinte, treinta, cuarenta…cincuenta minutos”. Después la ha llevado a un baño con una bolsa de basura:
-Déjelo aquí todo.
-¿Y qué me pongo, o acaso tengo que salir en pelotas?.
-¿Ah, que no quedan batas de legrado?
-Yo no veo nada. ¿Legrado? ¡A mí no me van a hacer un legrado! Aquí hay compresas, bolsas de plástico y vasos usados. Un arsenal de fiesta afterhours.
-Bueno, no sé… Quítese lo que pueda.

En ese momento se cruza por delante de ella un hombre de unos setenta con la bata de papel verde y el culo al aire. Los Monty Phyton se pondrían a salivar con mucho menos. La paciente decide dejarse los calcetines y esas calzas verdes de plástico. Un look vergonzante con el que se jugaría su prestigio profesional si la vieran.

Pasan dos horas y media, sigue acostada en una cama, pensando en sus oquedades filosóficas mientras tirita de frío, hambre, sed e impaciencia. Sólo cabe entretenerse con la pareja, que continúa la lección.

-Dime, ¿qué se necesita para hacer una histeroscopia?
-Pues… la caja de histeroscopias, suelta él arrastrando cada sílaba.
-Eso no existe. Vamos a ver, ¿cómo se llama lo que arrantran las auxiliares de quirófano, que empieza por “t” e incluye un monitor?
-¿Torre?

En ese punto la paciente, más que reírse, se retuerce como la niña de El Exhorcista. Pero  ahora bajan a una mujer recién operada en una camilla. El figura y su maestra pasan a la siguiente lección: reanimación con esfuerzo.

-Cariño, ¿cómo te llamas?
-Aisha, murmura ella
-¿Cómoooooooo? ¿Astasia?
-Aishhhha , musita la pobre señora atontada por el efecto del propofol.
-¿Y de dónde ese ese nombre?, quiere saber la enfermera cariñosa. A lo que la otra responde que es un nombre marroquí y que ella es “de Melilla”.
-¿Y dónde está eso?, inquiere el aprendiz, con tono de enfermero profesional.
-Me-li-lla…¿No lo conocen?, dice la pobre mujer, más asombrada que grogui en ese instante.
-¡Pues claro, Melilla, si es nuestra!, exclama el enfermero.

La paciente espía suelta una carcajada y se escora un poco hacia su cortinilla, esperando no haber sido escuchada. Pero la maestra se asoma y con una sonrisilla cómplice le susurra: “No sea mala…”.

Dos hombres con el culo al aire después, llega un enfermero y se lleva a la jocosa al quirófano, donde ya nada le hace gracia, mucho menos la enfermera borde que le rompe una vena porque “parecía de las buenas, pero va a ser que no”. Tres, dos, uno…la anestesia de Michael Jackson está a punto de hacer su efecto. Cuando abra los ojos, lo primero que verá será al enfermero lerdo, que le sonríe con mirada bovina…

-¿Cómo se llama usted? ¿Ya no se ríe tanto, eh?

La venganza, por lo general, se sirve en plato frío.