Mi querida Big-Bang:

He sido vista en el mercadillo de la Plaza Mayor y, antes de que me hagan chantaje con contarlo en algún plató de televisión, confesaré yo solita: Sí, era yo, la “moderna”. ¿Debo despedirme del título ganado con sudor y glamourazo de plexiglás por este insignificante desliz?.

Vale, igual se me fue la mano con los cuernos de reno, pero al menos iban a conjunto con la pellica de la abuela y la pandereta de los chinos. Y sí, regateé con el gitano por el árbol como una cutre más de clase media. Una es guay, pero no tonta. Y si alguien tiene que darme el sablazo o lo que sea, mejor un Robert Pattinson vampírico, mi último icono sexual, no un jincho con fragoneta.

¿Qué podría alegar en mi defensa? La ex modernilla que soy colgó ayer los adornos bajo los acordes de su banda sonora preferida: “dale a la zambomba, dale al almirez, y dale a tu suegraaaaa un tiro en la sien”. Me chifla este villancico prohibido porque los progres lo sometieron a escarnio. Desde que la corrección política es una religión intolerante y sin Vaticano del que chulearse, me he hecho apóstata radical. Así que anoche nos desgañitamos con lo del asesinato de la suegra a tres voces. Y a mi hija pequeña le entró un ardor terrorista tal que tuve que atarla por si venían visitas.

La ventaja de tener estas hijas es que sólo puedes invitar a gente de confianza. La una mira perdonándote la vida -cosa de las hormonas-y la otra finge ser un perro con tal realismo que sólo le falta rematar miccionando en las piernas del visitante. De manera que con un ojo vigilo la impertinencia y con otro el desatino. Ahora entrenderás lo de mis brotes esquizoides.

Volviendo a la navidad aviso de que renovaremos nuestros votos de amor y tal, nos tragaremos el discurso del Rey sin pestañear y empezaremos a comer sin esperar a todos a la mesa, como buena familia numerosa. Mi cuñada la enfermera del amor me regalará una de sus sentencias: “¿ya has roto con el novio?, ¡pues que pase el siguiente, nena!”, mi hermano pequeño me pelará las uvas, mi madre me cambiará las plantas de sitio y mi sobrina me afanará el fondo de armario.

Yo, siguiendo la tradición, le pegaré a la frasca a escondidas para entonarme y asumir que tengo un año más, bordaré mi actuación de Raphael (un hit parade), pintaré a las niñas cual putones verbeneros para escándalo de sus padres y abuela y contaré el chiste del perro Mistetas.

Sí, lo que más me rechifla en esta vida es la Navidad. Fin de la confesión. A mí los modernos y sus tonterías. Viva Santa Claus, el roscón y las campanadas de Belén Esteban!
¡Ropopompommmmmmmmm!