Mi querida Big-Bang:

Una de las mayores desgracias que te pueden pasar en esta vida es que presentes tu primer libro el día de un Madrid-Barcelona en Madrid o en Barcelona. Pues esa temeridad se dispone a hacer mi amiga M., y ayer se atrevió a confesárnoslo a sus ¿amigas? mientras comíamos. El cebo era demasiado apetitoso como para poner nuestra lealtad por delante y nos lanzamos a por ella como pirañas en un bidé:

-¿Quieres decir que estaréis sólo tú y fulanito, ese escritor que se te quiere beneficiar desde el Paleolítico? Se estará frotando las manos por semejante conjunción astral!
-Bueno, también acudirá seguro ese otro escritor longevo y voluptuoso que te escribe en verso florido guarrerías propias de El Cantar de los Cantares…
-Chica, llama a Mónica Randall, que es moderna y actual y siempre le dará empaque al evento! Su resurrección te garantiza un titular…
-…O a Teresa Gimpera y tendrás a la gauche divine !!!

La pobre M. no daba crédito. Sus ¿amigas? se pasaron la ensalada y las albóndigas despachándose a gusto y rivalizando con quién decía la gracieta más cachonda mientras ella apenas probaba su trucha, tiesa y patidifusa en el fondo del plato. La confianza da asco. Sí señor. Y si no, que se lo digan a mi ¿amiga? O., que nos confesó sin tapujos:

-“Por cierto, cuando fuimos a entrevistar a fulanita nos dijeron que nosotras sí que habíamos hecho un buen trabajo. No como vosotras -a L y a mí- Yo hice como que no os conocía: “Ah, no sé cómo trabajarán ellas, lo ignoro, la verdad”. La muy traidora nos negó, como Pedro a Jesucristo, tres veces. Y aún tuvo la desfachatez de contárnoslo sin media vergüenza, mientras se llenaba la boca con una albóndiga tan grande que me dieron ganas de meterle dos más a ver qué tal diversificaba esfuerzos.

Claro que de ahí no iba a irse nadie de rositas. Estábamos en racha, los cuchillos afilados y en nombre de una amistad a prueba de holocaustos, las balas iban y venían delante de M.S.J, la más bondadosa del grupo, que no daba crédito al espectáculo de circo romano que habíamos montado sin despeinarnos.

-¿Cuando vosotras lloráis, cómo reaccionan vuestras parejas. Porque el mío no empatiza en absoluto y se pira para no verme”.
-Qué capullo!
-“Yo si lloro le contagio, porque lo pasamos tan mal hace cuatro años que se hos ha quedado algo enganchado y, como el perro de Paulov, llora uno y lloramos los dos. Imagínate el numerito en el cine!
-Qué pusilánime, no?
-Lo mío es más triste, que no tengo con quién llorar, así que lo hago rapidito y en silencio…
-Qué pringada!

Tras el fuego cruzado llegaron los postres y nos hermanamos con unas manzanas asadas, exhaustas y muertas de risa. Es lo que tienen las catarsis en confianza. Que o te matas para la eternidad o sales envuelto en un aurea de exaltación de la amistad que te permite sobrevivir a las heridas de real life.

M., por cierto, quiere que le presentemos su libro en Madrid. Si está de dios y toca fútbol allí estaremos todas, animándola y queriéndola. Pero yo que ella supervisaría nuestro guión. Avisada queda!