Una de mis perversiones ocultas y noctámbulas es escuchar a José Ramón de la Morena en “El Larguero” (Cadena SER)

…Lo cual no tendría nada de particular si no fuera porque no me gusta el deporte. Creo que el periodismo deportivo está plagado de tópicos, imprecisiones, lugares comunes y construcciones sintácticas precarias. Es como si la pasión justificara los desmanes al diccionario, la zafiedad verbal y hasta la pobreza intelectual. Con un público entregado todo puede valer. Pero en ese erial hay excepciones, y de la Morena es una de ellas.

Nos conocimos a finales de los ochenta, pero él no lo sabe. Yo era becaria en la emisora y ese verano comenzó El Larguero. El periodista andaba de acá para allá, inquieto, con esa mirada bífida y desbaratada. Explicaba cómo en la playa de, pongamos Benidorm, había escuchado la que luego sería su sintonía del programa: “Tú afición es sentimiento, y tiene mucho alimento…di que tú eres el mejor, di que tú eres el mejor, escuchando el transistor. Ra,ra,ra!!!”.

Aunque yo era joven e impresionable, sólo retuve la canción y seguí desdeñando el género durante años. Hasta que una noche insomne escuché el programa completo. Entrevistaba a Lorenzo Sanz, candidato a la presidencia del Real MadridAquello fue un recital de buen periodismo. Un baile de salón. Un toreo de altura donde el uno ponía el capote y el otro trataba de escabullirse. Y entonces de la Morena, con su tono cercano y levemente irónico, que no sarcástico, se hacía una media verónica y volvía a citar al señor. Y en cada pregunta había una intención y al final me dormí sabiendo perfectamente cómo pensaba Lorenzo Sanz, no por lo que había dicho, sino por lo que había callado. Porque JoseRa se había dedicado a subrayar los silencios, las disgresiones dubitativas, las medias respuestas.

Pero sobre todo supe que había presenciado una gran lección de periodismo.

Cuando no puedo dormir, dejo que su voz me acune. Tiene la virtud de hablarte al oído, de generar una intimidad con cada oyente que pareciera que estáis los dos a solas. A veces se equivoca, pero yo le perdono porque a cambio me ofrece un relato donde el contenido puede ser lo de menos. Son esos quiebros, esas piruetas, ese humor y ese respeto por sus compañeros, que siempre son subordinados y podrías no darte cuenta porque los trata como amigos,lo que me mantiene despierta y entregada.

Cuando no puedo dormir recuerdo ese otro día en que me encargaron entrevistarle. Volví a la Cadena SER, temblorosa. Era tarde, las diez de la noche, y él ultimaba los detalles del programa. Me hizo esperar mucho, demasiado, pero no me importó. Cuando al fin entré a su despacho encontré a un tipo muy tímido. Pregunté, contestó, pregunté… y fue grande. Pero siempre he pensado que hubiera sido mejor a distancia. Él en su estudio, yo en la cama. Despierta, más despierta que nunca, mecida por el oleaje tranquilo y juguetón de sus palabras.

“Di que tú eres el mejor…escuchando el transistor. Ra Ra Ra!”