Imagina que tú eres mona y lista y tu hermana Miss Mundo con banda reconocida por todas las normas ISO de la belleza planetaria y tres masters internacionales y limpios de escándalo político. Pues eso es lo que le pasa a Milán respecto a Roma, o Venecia, o Florencia. Lo apabullante de los galones de sus vecinas la han dejado pelada de títulos de relumbrón. El centro de los negocios, la capital de la moda… sí. Pero complicado imponer estas vitolas frente a un apabullante Coliseo, unos canales trufados de románticos puentes o un David de Miguel Ángel magnético en su desnudo como reclamos.

Navigli Milán

Por no hablar del encanto canalla de Nápoles o el sex appeal mediterráneo de la costa Amalfitana.

La etiqueta de hermana feúcha ha hecho mucho daño a Milán. Y además es una profunda injusticia. El pasado fin de semana se celebraba el Salone del Mobile y mis amigas las lideresas (un grupo que nació y se hizo fuerte gracias a la beca de liderazgo y mujer en la Fundación Rafael del Pino) viajamos a la ciudad como hacemos cada vez que una de nosotras sufre la fiebre del expatriado.  O sea, que su empresa la destina fuera a dirigir equipos, le pone un piso y la deja unos años entretenida a lo bestia para que crezca y haga crecer a su compañía.

Primera anotación: Siete mujeres altamente dotadas de determinación deambulando por las calles en diferente estado de forma física y sin que una lleve el bastón de mando, son un pasaporte al caos. Pero también la prueba de fuego de que el humor es el antídoto contra casi todos los males. De modo que hemos vuelto tan amigas, o más, y con ganas de que el fantasma expatriador siga haciendo de las suyas.

Pero hablaba de Milán. La ciudad que puede presumir de tener jardines con árboles en pequeños balcones (lo juro). Y azoteas tan verdes que deberían inventar los parques voladores como concepto y atracción turística de pago.

Tienda en Navigli

No hablaré demasiado del Duomo, esa majestad gótica que ostenta el tercer puesto en tamaño despúes del Vaticano y la catedral de Sevilla. Un lugar de esos que te hacen sentir muy pequeña y cuyas escaleras conviene subir sin lamentos para contemplar desde bien alto lo que observan sus esculturas bellísimas.  La plaza y el skyline. Sí lo haré de la arquitectura moderna, que ha dejado su huella contundente en algunos edificios espectaculares donde las curvas sinuosas de espejos contrastan con un palacio de congresos de madera en perfecta armonía. Y también diré que la formidable Galería de Vittorio Enmanuel -el segundo gran tópico turístico de la ciudad- no debería borrar el encanto diletante de Navigli. El barrio recorrido por los canales que convierte a la ciudad en un Amsterdam sin coffe shops pero con encantadoras tiendas donde adquirir piezas únicas de moda, decoración o libros de segunda (y primera) mano.

Navigli al sol es una bicicleta, un rastro con sorpresas  y un delicioso polo natural de frutas del bosque que cuando se derrite monta la matanza de Texas en tus manos, antebrazos y camiseta. Es una cerveza fría al relax de una terraza en buena conversación. Es una entrada anodina que da paso a un patio siena con enredaderas y balcones donde la tranquilidad invita a quedarse a vivir. Y es un prodigio de Leonardo Da Vinci, que ideó un sistema de presas para que estos canales artificiales creados en el siglo XII sirvieran de verdad para el transporte. Y hoy, para la pura contemplación.

Mister Italia en el Cementerio Monumental de Milán

La Vía Tortona es el barrio industrial donde los diseños del Mobile cobran vida y se hacen arte callejero. Una meca necesaria para entender la cara B de la ciudad. Y la sorpresa, al menos para mí, fue el Barrio Chino. Un Lavapiés tranquilo donde es posible encontrar un chill-out de madera en plena calle y saborear un macchiato por la mañana, justo antes de dirigirte al Cementerio Monumental.

Atención porque es un auténtico museo de escultura inaugurado en el siglo XIX donde las tumbas cuentan una historia y donde se dan la mano todas las  tendencias artísticas con templo crematorio y panteón de hombres ilustres incluidos.  Allí además está el hombre más bello de Italia (adjunto prueba fotográfica) y no hay horrososas flores de plástico sino cuidados parterres que los familiares cuidan con regaderas ad hoc.

Lideresas con gafas nuevas made in Milán. Foto de N.T

Hubo más, mucho más. Pero como ya escribí hace un tiempo, a Milán hay que descubrirla en lo pequeño. En las muchas sorpresas cotidianas que te muestra si tienes la paciencia de concederle un tiempo, echarte a sus calles; entrar en sus deliciosas tiendas de perfumes artesanales, picar algún regalo en sus papelerías coquetas, merendar en sus confiterías con veladores que invitan a la charla o dejarte un presupuesto en unas gafas de sol hechas a mano tan cool  que ninguna nos resistimos.

Porque es cierto que Milán respira diseño sostenible y cultura “eco” hace que reconozcas ese tópico que acompaña a la hermana sin galones de Italia. Una ciudad perfecta para ir con tus amigas y contar más de 20.000 pasos diarios si entras en categoría “lideresa gacela” o no menos de 14000  si tu etiqueta reza “lideresa remolona”.

¿De verdad que vas a volver a Roma por séptima vez sin darle una oportunidad a su vecina del norte?