Mi querida Big-Bang:

La lady Gaga que llevo dentro me ordena que dedique la mañana al caos y a los excesos. Hoy es martes, no tengo planes de boda ni barco esperándome atracado en ningún puerto, así que bien podría entregarme en brazos de un rapsoda que me recitase en verso las bondades de la absenta, un suponer. De no ser así, las vías del tren me parecen una buena opcion escapista y temeraria. Y si no, una depilación integral, vuelta y vuelta, con alaridos de amplio voltaje y fuerte olor a chamusquina.

Vale, sí, son las cinco de la mañana y aún no coordino. No me pidas que arranque con una tesis doctoral sesuda y epatante porque apenas alcanzo a quitarme la legaña. Es tiempo de perder el tiempo, y no se me ocurre ninguna buena idea, más allá de cambiar el sofá de ubicación o vaciar el cajón del arrepentimiento. Pero todo eso hace demasidado ruido y los polis que mandan las vecinas ya no están tan buenos.

Antes montabas un buen pollo y tenías a los YMCA en casa, de uniforme y contoneando las caderas. Tú salías en deshabillé rosa y el tranvía llamado deseo te hacía suya no sin antes extenderte una multa del carajo, que pagabas encantada. Los designios del amor son tortuosos. Debería escuchar a Wagner, El anillo de los Nibelungos, algo bien solemne que me desactive la imaginación desbocada y sin croissant con mantequilla at the moment.

Si el señor Rubidio estuviera aquí me pondría verde con su sutileza habitual: “nena, déjate de chungadas/chingadas y aterriza en real life”. Pero un hombre que lleva husky verde caqui y jamás olvida el paraguas en casa no tiene predicamento con alguien que, como yo, se merienda las tapas de los zapatos y sigue saliendo con ellos a bailar, comidos por el bamboleo y el ansia de quemar millas a ritmo de rock.

Me gustan las mujeres imperfectas que llevan la raya del ojo corrida y los tirantes del sujetador siempre a la vista. “Ya, y que esnifan en la madrugada, como Kate Moss, no te jode”. Las que no hemos esnifado más allá que pica pica en el patio del colegio, es lo que tenemos. Algo aspiracional con las malotas sin celulitis y en maltrecho equilibrio. Porque al fin y a la postre se llevan el diseño by Armani al agua, y encima hacen caja. “Mira cómo a María Ostiz, aquella pánfila virgen con guitarra y sin mácula no le echaron los tejos los Docce&Gabanna”, me recuerda B. Cierto, pero qué mayor cuelgue que quedarse cantando “Un pueblo es, un pueblo es…” en la Transición, mientras otros seguían con la batallita de: “yo también corrí delante de los grises”.

Aterriza, nena, que ya están poniendo las aceras y se ha pasado el tiempo de tu mascarilla. Desafía al martes febril y desalmado. Si el capitán Stubby viene a buscarme lo mismo me embarco y, ya de paso, me caso. Nada mejor que un pareado cacofónico para cerrar una noche larga y sin costuras. El sol, digo yo, debería estar a punto de llegar. Hágase la luz.