Mi querida Big-Bang:

Me gustan las personas que mienten, pero no engañan. Y los relatos bien titulados, aunque luego me frustre que no sean para tanto. El último premio Alfaguara ha bautizado su novela “El ruido que hacen las cosas al caer”, o algo así. Me encanta. Ya necesito tenerlo y leer el arranque a ver si soy arrastrada por su corriente de letras. Durante mucho tiempo fui fan fatal de “Linda boquita, verdes tus ojos”. Ese relato de Salinger donde un amigo habla con otro de su novia, con la que le acaba de poner los cuernos y yace junto a él. Titular bien es un arte con un ingrediente de seducción y de engaño. Unos cuernos que no duelen porque compensan.

De manera que hay libros que uno compra sólo por el título -“Quién me defenderá de tu belleza” fue uno de ellos-, películas que ve porque se llaman como un poema -“De latir mi corazón se ha parado”- y escritores que triunfan además por su ceremonia bautismal o por sus arranques, como Javier Marías. El otro día, en una comida, confesó que muchos de sus títulos procedían de obras de Shakespeare. “Corazón tan blanco”, que leí en su día arrastrada por la víscera, es una de ellas.

Dirás que a qué viene esto. A que me he dado cuenta de que me paso la vida pidiendo a la gente que me dé titulares. Me cuesta escuchar el relato completo si antes no me he excitado con el título. “Hemos vuelto a romper en un parking”, “mi novio es gay.O más bien, maricón de España”, “no pienso morir tontamente”, “qué grande es la mar, que no se ve la fin” o “tengo el estómago retórico” son algunas de mis últimas capturas. A veces las apunto en la libreta, fingiendo que son una cita para el fisioterapeuta o la lista de la compra. Luego llego a casa, las lavo cuidadosamente en el lavabo y las estiro para que sequen. Después las meto en el bote de los títulos clasificándolas en “divertidas”, “ingeniosas”,”patéticas”, “insólitas” o “de orgasmo súbito”. Y ver cómo se llena el frasco me calma la ansiedad, como a Dexter descuartizar al último canalla violador de las calles de San Francisco (???)

Entenderás ahora que acudo a ti no porque me cures los delirios, ni siquiera porque los escuches sin interrumpir mientras canturreas para tus adentros a Lady Gaga. En realidad busco piezas para mi colección que incluyan palabras contundentes: narcisismo, deleitación, psicopatía, trastorno obsesivo compulsivo…

Te dejo, que me voy de caza. No permitas en adelante que te engañe, pero déjame que mienta o me asfixiaré. A cambio, prometo llenarte el diván de titulares, de vibrantes sobresaltos que te harán dudar entre atiborrarme de ansiolíticos o llamar al 112. Tenga usted un gran día.