Sostiene Joyce Carol Oates que el suyo es un “humor moderno”  y el concepto me interesa de inmediato. Por poco pretencioso y por incógnito. La indiscutible escritora norteamericana, de quien ya he confesado que puede llegar a exasperarme con sus laboriosas descripciones, se recrea en esta entrevista de Babelia en el proceso de escritura, y de pronto le “perdono” toda su parsimonia que agrede a mi impaciencia irremediable.

Con su imagen excéntrica de 77 años bien disimulados bajo esas gafas oldfashioned de maestra de pueblo del sur, de “los abajos” de cualquier lugar de un mapa mudo -así los llama mi A., tan jerezano- y ataviada con ropa ancha y celeste que apenas disimula una osamenta frágil, Joyce confiesa que el momento más feliz es “Cuando acabo una parte, un capítulo, y lo reviso. Cuando siento la satisfacción de que algo es ya lo más fuerte que puede ser”. Y luego, más al sur de la entrevista, asegura que el trabajo de la literatura es “muy atmosférico”.

En ese momento  decido comprar su nuevo libro de relatos, “Mágico, sombrío, impenetrable” (Alfaguara). También y desde luego  por el título. O porque al crítico Carlos Zanón le da la sensación de que la autora es incapaz de caer en el mal desempeño: “A lo sumo, uno rutinario, pero en el que el oficio tapará las goteras que la falta de talento pueda haber dejado en el techo“.

Joyce Carol Oates

(Yo ahí diría, si se me permite, que el oficio a menudo es zaguán del talento, ese salón de baile con mil chadeliers iluminándolo todo. O un subterfugio eficaz cuando se evaporan las ideas. Que también)

Humor moderno. No me he olvidado. No sé qué (demonios) es, pero en todo caso lo imagino desprovisto de ácido corrosivo, más bien sería un spray de efecto calor/frío que provoca un leve calambre y dota al drama, al ridículo, a la decepción profunda, de una pátina salvífica de colores que iluminan por igual al autor y a su víctima. Quitar hierro con un punto surrealista, tal vez. Abrir una brecha en el prado verde por la que puedan colarse un ejército de Alicias desmemoriadas y de risa ligera.

Desprecio desde niña  el humor vulgar y escatológico, y tambien el humor cruel, sardónico, abusador. El que trata de exterminar al de enfrente haciendo sangre. El humor agrio, molecular, de vesícula ponzoña. El humor testicular. La inteligencia orientada a la demolición con la excusa de la carcajada. El humor que no crea ni transforma, sólo destruye. El que busca crecerse a costa del de al lado. La risa como manifestación de fuerza, como tanque arrasador. El jajaja que son disparos de bazoka.

Dicho esto, divina Joyce Carol Oates. La escritura es atmosférica, lo es, cuánta razón. Hay párrafos cierzo y adjetivos galerna. Hay descripciones bochornosas y personajes caniculares. Paisajes sofocantes, y personajes frígidos de pensamiento, palabra, obra y omisión. A veces uno tiene una nube negra sobre la cabeza que no despeja hasta que alumbra un antagonista y lo zarandea con rayos y truenos que brotan de la misma punta de los dedos. Y luego busca un bálsamo, una infusión de boldo bien amarga que se lleve los lodos.

(Con los años aprecio más la compasión. Pero puedo ser feroz, cruel, implacable, con la morosidad sin fuste. Un robo de aliento de vida tan irrecuperable que debiera ser delito, ahí lo dejo).

Hace día de rebeca. El cuerpo pide hoy quedarse en la trinchera. Cocinar una sopa de ajo y abrasarse la lengua con el huevo escalfado. Que las bajas presiones no permitan el paso a la tristeza. Nubosidad variable, lluvia fina. Vomitar una página, con suerte, y alcanzar esa alegría fugaz que describe Carol Joyce. Que aunque la agites, tú o el oleaje, no se mueva una coma. Esa satisfacción lumbar, tan relajante…

PD. Dicho lo cual entono un mea culpa porque a veces peco de lo que denuncio.

PD. La canción, cortesía de M. y de su último regalazo. Espero que me hayas perdonado lo de Vetusta Morla.