Mi querida Big-Bang;

Decir te quiero está muy sobrevalorado en real life. Y diría más, se ha convertido en metralla peligrosa. Dos palabras de disuasión masiva que te dejan en pelotas, a la intemperie, incapaz de defenderte. Los padres modernos solemos decírselo a diario a nuestros hijos, al estilo de las películas de Hollywood, porque a nosotros nadie nos lo dijo de pequeños y arrastramos grandes traumas por ello, en una maniobra de compensación póstuma que podría provocar incalculables consecuencias en las criaturas, expuestas a esa sobredosis de amor pret a porter.

Como bien sabe mi querida A.1, que lo plasmó en un memorable guión con Goya, el discurso del maltrato de pareja está repleto de fórmulas amorosas. Te quiero, te mato. Pero no vayas a pensar que me he metido un chute de demagogia barata. Simplemente me parece que lo mismo estamos desgastando la fórmula y la utilizamos como licencia para matar: “Ya sabes que te quiero, y por eso te clavo una daga hasta el corazón, my darling”. No, no, y no.

Mi amiga M. es una mujer sobria en sus expresiones. Hace más de 20 años arrastra entre mis íntimas de la universidad una consolidada fama de borde que ella misma inauguró cierto día, en clase, todas rodendo a un esperpento llamado Eduardo (aquí sí, con todas las letras). En un momento de silencio, M. pronunció alto y claro: “Eduardo, la bragueta”. Nada menos que el pico de la camisa le asomaba triunfante por la cremallera del pantalón, y el hombre aún va a terapia de la vergüenza que pasó.

Pues bien, el otro día M. nos escribió uno de sus mails, en su reconocido estilo, directo,contenido, sin adjetivación suplérflua ni palabras vacías. Un amigo suyo estaba en riesgo de muerte por una lesión grave de corazón, sin antecedentes ni preaviso. Al final del mail, M. nos decía: “chicas, os quiero”. A mí se me saltaron las lágrimas, sospecho que a las demás también.

Así que sí,quiero que me digan que me quieren, pero no tontamente, ni gratis. Prefiero las pruebas, el empirismo sentimental, no el latiguillo fácil al final de la frase, ocomo preámbulo de la putada que vendrá .

P.D. De un tiempo a esta parte mi padre, cuando me llama desde su exilio voluntario, termina la frase con un “te quiero, hija”algo postizo, pero muy sentido.El hombre cuelga entonces de inmediato, como avergonzado. Y así…