Mi querida Big-Bang:

Lo he hecho. Me he comprado un jean rojo sangre de pichón, un vestido de colores vivos tipo Prada (anda que no te han copiado las rayas, Miuccia), una camisa verde loro y una camiseta azulón intenso. ¿Fashion victim yo?. Debo confesar que los tipos esos del comité del color que deciden cómo veremos el mundo cada seis meses han hecho bien su trabajo. De repente nos hemos soltado las melenas y las adoratrices del luto le hemos puesto los cuernos sin remordimientos. RIP.

Me pregunto si Obama es consciente de que los popes de la moda son más poderosos que él mismo. En lugar de un botón para matar tienen a un ejército de descerebrados como yo misma -que leo a Lipovetsky- dispuestos a ponerse lo que se les ordene sin reflexionar. O sea. Yo sé muy bien que las rayas horizontales te hacen parecer “la tía Javiera”, que diría mi madre. Pero tengo tres o cuatro versiones en mi armario. Yo detesto los estampados näif, pero el día menos pensado meteré en la maleta un bañador de piñas y plátanos a lo Stella Mac Cartney y me quedaré tan ancha. Yo tengo una personalidad megalomaniaca y militar, pero necesito YA esas sandalias Saint Laurent con plataforma para mamarrachas de mi estirpe.

La vida en color es otra vida. Igual que “Lo que el viento se llevó” coloreada. Tú sigues siendo Scarlett O´Hara, pero parece que en cualquier momento te arrancarás a cantar “Singing in the rain”. De rojo, una explosión de ira puede ser fatal. De verde loro pareces una hierbas militante, pero no te importa porque llevas dos temporadas poniéndote ese color caqui que te hacía parecer un cadaver en avanzado estado de descomposición. Ser una mujer arcoiris mola, aunque dentro de seis meses haya que hacer una pira tutti-frutti y volver a abrazar el negro y el gris como si no hubiera un mañana.

Y claro, hay otros efectos colaterales del tecnicolor. No te permite ser tan intensa. Ni siquiera depresiva. Si acaso, maniática, hiperactiva o tripolar. Ahora entiendo la psique de Esperanza Aguirre, que no entiende de lutos, y esa predisposición de Dolores de Cospedal por los marrones mezclados con algún tono chillón cuando no se llevaban los colores. Eran, son, precursoras de esta estética chillona y delirante que nos ha convertido en semáforos con intenciones aviesas. Unas modernas. Eso es lo que son.

Te dejo, que debo abrir mi pantone armario para ver de qué voy. Hoy me siento ligera y bicolor como yo sola, así que lo mismo me marco un rojigualda y me quedo como dios. Si hay que ir, se va, y las excesivas nunca hemos escatimado en nuestras apuestas vitales!