Picasso.Dos mujeres en un bar

TOMA-1:Me llama J. para invitarme a comer pollo a su casa el domingo. “Te vienes antes y me sacas a pasear, que ya sabes que P. considera que salir a andar es absurdo. Él va a los sitios con una meta”.
Mi amiga M. tiene un marido que no sale de casa los domingos por la tarde. Jamás. Por decreto ley. Así ha venido siendo desde que se casaron, hace casi 20 años. Esto que a sus íntimas nos parece  insoportable, dramático, para ella es una manía que tolera como tolera la afición de “Sujosemanuel” -así lo llama- al sillón bowl y a la tele encendida.
Ambas parejas se aman. Una es gay, la otra hetero. Irrelevante, sin duda. Podría hablar de otras que siguen juntas y se han perdonado desidias, decepciones, tardes plúmbeas y… cuernos.

TOMA-2: Mi adolescente me recibió ayer con una noticia bomba, según su criterio: Robert Pattinson y  Kristen Stewart (los protagonistas de la saga Crepúsculo), habían vuelto. “¡¡Pero mamá, si ella se ha acostado con otro, le ha puesto los tochos!!!!”. Yo me quedé un rato pensando cuál sería la reacción correcta. Al fin tiré por la tangente: “Verás, a veces el amor encuentra obstáculos, distracciones en su laberinto…”. Le pareció fatal porque un adolescente es más papista que el papa. Pensé que en el fondo yo también soy más papista que el papa.

TOMA-3:Dos mujeres adultas hablan en la barra de un bar mientras devoran una hamburguesa. La una sale con alguien que le ha advertido que no es la mujer de su vida, que busca a una más joven para ser padre. La otra entiende que el silencio prolongado en una relación puede matar. La ausencia de palabras deja un fértil territorio a la imaginación, desata los demonios, te lleva de cabeza al Lexatin. Las mujeres se saben solas y están en un bar plagado de parejas más o menos convencionales que distraen la conversación con berenjenas rebozadas y una copa de vino. El camarero las sonríe.

TOMA-4:Ayer por la tarde salí a pasear, un entretenimiento que encuentro que tiene sentido en sí mismo. Hacerse un Ítaca, lo llamo, o un Cavafis. De camino entré en una cafetería a merendar como una señora. El camarero, un tipo de unos 50, moderno, con patillas y bigote charro, me regaló un piropo de los buenos: “Perdona que no te he entendido qué querías, llevo un rato perdido en esos ojos”. Se lo agradecí zampando la ensaimada cual festín del último día de un condenado a muerte. Luego me fui al cine y pedí una entrada. “Fila 13 o fila 4”, me dijo la taquillera. Yo veía la pantalla con muchas otras butacas libres. “Quiero la 7”. “Ya, pero es que hay dos libres y viene mucha gente en pareja”. Deduje que si eres single y vas al cine tendrás que conformarte con los restos del naufragio o contratar un extra que te coja la mano y te permita apoyar la cabeza en su hombro.

TOMA-5. Antes de colgar, me dice J. al teléfono que tiene ganas de verme y de mimos y yo respondo que también. El domingo habrá pollo y paseo, vive dios, y saldremos abrazados como novios sintiendo el calor tibio del cariño heterogay. En el cine, un rato después, noto cierta presión desazonante de naúfrago en isla rodeado de dúos que se besan, comentan y, a ratos, se cogen las manos. Una pesadilla. ¿Ser una unidad de destino era esto?