Escucho “Suzanne” todos los días de mi vida. O casi todos.

Últimamente, además, le añado “Take this Waltz”, aunque detesto la película que Sarah Polley ha hecho ultrajando la canción. 

Leonard Cohen siempre me ha parecido un caballero inquietante, así que si la película le produce naúseas, incluso convulsiones, le mandará de todos modos una rosa envuelta en un estuche a la violadora de su verso y la dejará en ese estado demiúrgico donde uno no sabe si le están besando o arañando.

Creo que la forma más destilada de responder a un agravio se debe parecer mucho al halago. Es la ironía perfecta, la pelota en la red, casi ingrávida, que te hace dudar si caerá a un lado o a otro. Desconcertar es mucho peor que golpear. A fin de cuentas, una patada en el hígado, verbal o física, te sitúa rápidamente en el centro del dolor. Te quiebra y tus manos van directamente al punto, lo cubren, lo mecen, lo anestesian.

Pero si no sabes muy bien si te han dado no hay reacción posible. La ironía produce esa sensación, el sarcasmo no. La primera es más de inteligentes que si te invitaran a comer te harían, pongamos, un pez en peligro de extinción con una salsa fruto de mil reducciones al oporto. Los otros te servirán una hamburguesa sarcásticamente llena de mostaza barata y rebosante de sangre roja.

Si a Leonard Cohen le robas una pieza para hacer una mala película, deberás arder en el infierno. Sarah Polley, tengo que decir, me cae bien. Recuerdo su peli de Coixet “Mi vida sin mí” porque, además de hacer un gran papel -me parece-  nos mostró su celulitis. Y eso en una actriz es un regalo si construye al personaje. Sarah celulitis Polley me convenció, me convence siempre, pero no como usurpadora de una canción de mi adorado Leonard.

Me propongo olvidar la película y bailar un vals para arrancar este lunes cargado de ironía. Abstenerse sarcásticos y usurpadores. La pelota está ahí, gravitando, justo enmedio de la red.