Me cuesta leer la diabólica historia de horror de los Turpin. Empiezo y me duele demasiado. Una parte de mí, lo reconozco, quiere saber detalles. La otra se estremece y rechaza casi físicamente la terrible verdad. Dos monstruos con 16 víctimas, sus hijos. Todas las versiones del maltrato más perverso. El de palabra, obra y omisión. Y ese uso de las redes sociales para aparentar…