Sostiene solemne mi mentora que “cuando el amor se va, lo que tiene que llegar es dinero” y nos partimos ambas de risa con la sentencia, más propia de una deriva de café a deshoras que de un plan de negocio vital. Desprovista de cualquier ápice de romanticismo convencional, la realidad se rinde a la evidencia y entonces empiezas a entender que se puede amar…