Me dice M., mi peluquera, que está cansada de entregarse. Que sus vacaciones perfectas consisten en ir sola a un hotel y no hablar con nadie, concentrada en el punto de fuga de la piscina. Le digo a M. que hablar gratis sale muy caro. Se muestra de acuerdo de inmediato. Las piscinas comunales son nidos de charlas perezosas y sin compromiso. Mi madre solía…