En una conversación reciente alguien propuso un juego: cada uno tendría que hacer una revelación, contar algo inédito de su vida, algo tal vez anodino que hubiera mantenido oculto, enquistado bajo la epidermis como uno de esos forúnculos que se infectan y acaba extrayendo un cirujano. O, en su defecto, una fantasía que retratara su ponzoña moral. “Cada vez que dices “como digo yo” o…