A veces hay que reconocer la derrota. El acto, en sí mismo, te permite descansar. Esto vale igual para unas elecciones, un desamor o una noche de insomnio. Es decir, que el líder que no reconoce que ha perdido no apaga el motor y sigue al ralentí quemando sueños mientras brinda a su público el espectáculo más grotesco. El amante no correspondido que persevera termina…