París Mi banco está empeñado en que le venda mi alma en cómodos plazos. Cada dos o tres meses me llega una carta en la que me anuncia con alborozo que me ha sido preconcedido un crédito. El de ayer, de 40.000 euros. Ofrecer créditos alegremente se parece a trapichear con droga a la puerta de un colegio. Con suerte engancharás a un ingenuo que…