De niña solía estar castigada en el rincón de pensar. Entonces no se llamaba así, era más bien el cuarto oscuro o, directamente, el descansillo de la casa. En el cole las monjas solían sacarme al pasillo “a ver si se te pasan los nervios”, y entonces yo aprovechaba para pensar. Eso que los padres modernos hemos convertido en un castigo. Pensar es un ejercicio…