Ayer tres amigas sólida y confortablemente instaladas en los cuarenta fuimos a ver una película sobre coetáneos a esa hora maldita en la que el cuerpo pide siesta -sesión de las cuatro-. Antes habíamos ido a Arquibar a tomar un brunch -fórmula alimenticia moderna con la que pasas hambre por la mañana y vuelves a pasar hambre a media tarde-. Madrid coqueteaba descarada con el…