A las seis de la mañana de hoy, sábado, mi padre salió por la puerta con su trolley gigante y su gorro de lluvia calado hasta las cejas. Stop. Ni un café se tomó. Stop. Creyó que no le escucharía, pensaba irse a la francesa, pero no. “Hay que ver lo que madrugas, bruja. Como ya estás bien de tus virus, me vuelvo a la…