Ávida de un año que me invoca despierto rodeada de abrazos y tras degollar una pesadilla, la primera de año, que me obligó a detener la madrugada y a abrir a manotazos la ventana para hacer hueco al hielo de un cierzo de navajas. El monte nos llama a otro paseo, poderoso en su manto de rocío, y el olor del café ya reverbera en…