A veces prefiero la compañía de los muertos. Y de entre ellos, a Sylvia Plath (sí, ya sé que he hablado mucho de ella últimamente, pido indulgencia de jueves). No la leo de corrido, ya sabéis de mi saltimbanqui promiscuidad literaria, pero se ha convertido en un libro de cabecera que abro por una página al azar y me interpela: “Así que ¡Tengo que decidir…