Soy maniática de la puntuación. Cuando me enfrento a un texto lento, plagado de comas a mi juicio innecesarias o fuera de lugar, agarro la metralleta de los puntos y disparo a discrección. Me atrapan los párrafos que fluyen como rápidos de un río que cuando vadeas en canoa terminas salpicado hasta la glotis. La profusión de pausas que no llevan a un clímax deseado…