Ginsberg y Kerouac no me dejan dormir. Me acuesto con sus cartas entre las manos y me sorprendo haciendo grandes esfuerzos por no perder una línea. No dan tregua con sus juegos dialécticos, sus ataques al otro, la imbrincada expresión de lo que piensan, lo que sienten, lo que imaginan, lo que proyectan. Son tipos complicados, amantes insaciables, y te asfixian con su genio mientras…