Tendría que haber vivido fuera. De nada me arrepiento más que de haberme quedado a esa edad en la que uno puede ir a una estación, a un aeropuerto, y sacarse un billete a cualquier parte. Con la sensación cierta de que los demás le mirarán como a un fugitivo. Con la prudencia al pedir un sadwich mixto y una Coca-Cola -nada más inocente- en…