Mi querida Big-Bang;
Mi amiga C. lleva una semana dormida por inducción, como una vitrocerámica. Alguien ha decidido estudiar su cerebro mientras ronca y le han hado un chute de orfidales del carajo la vela. Visto así, es un chollo. Vacaciones pagadas en el mundo de las sombras, mientras ahí fuera pasan cosas que no te tocan ni mucho ni poco. “Para lo que hay que ver”, diría Mr.Rubidio, ese hombre tan optimista y lacónico que duerme con redecilla, a lo Hércules Poirot, y cree que el somnífero es la droga menos cool de nuestro tiempo. ¡Donde esté la absenta!
La cosa es que si te duermen, te desactivan como a un robot sin pilas. Tú entras en ese túnel del viaje, a lo Janis Joplin, y un buen día te despiertas y el mundo ha cambiado. Siempre me ha estremecido lo de la congelación de Walt Disney porque me parece una idea monstruosa. Crionizarte como unas judías verdes tiene sentido si vuelves a un mundo feliz donde no hay revivals de la moda de los ochenta, ni discursos vacíos de políticos mediocres ni programas de enaltecimiento de la caspa nacional. De lo contrario, es un shock gratuito y una condena.
Luego está el escaso partido que se le saca al letargo. Porque, ¿a nadie se le ha ocurrido inducir sueños preestablecidos para que seas feliz? Por ejemplo, el sueño destroyer: tú eres un tipejillo en chándal de Dolce Gabbana que perpetra un butrón en el banco donde tienes tu hipoteca (y mando desde aquí un saludo a mis señoritos del Openbank, que me estarán escuchando). O pasas una noche de sexo y desenfreno con tres de tus ídolos (porque, puestos a soñar, más vale que practiques alguna fantasía tridimensional, digo yo). En mi caso me valdrían Eduard Norton y dos efebos sin cerebro pero sobrados de testosterona, para compensar. Juntos repasaríamos las tablas de multiplicar sobre el colchón, practicando cifras en escorzos impensables hasta que la mañana nos sorprendiera hechos un lío. Y así…
Te dejo, que debo ultimar los detalles de mi nuevo negocio. Esta vez sí que me haré asquerosamente rica, y será Eduard el que quiera soñar conmigo. Encargaré a A.Elbaz que me haga un fondo de armario de Pretty Woman y con mis Lanvines y mis abalorios daré breves paseos por el mundo de los zombies, para chutarme a discrección con el crepúsculo. O a la hora del aperitivo.