“Ése es el amor que siento.
Un amor enfermizo, bestial, cuando sucede.
Padezco el síndrome de algunos perros.
El síndrome del abandono.
En cuanto amo me siento abandonada.
Quién sería capaz de asumir
esa voracidad y ese terror”. 


Angélica Liddell. El centro del mundo. Ed Uña Rota.

Último botín literario capturado en aguas interprovinciales: Además de la Liddell, que me recomendó ayer su editor Carlos, un tipo lanudo y sonriente que me encuentra “muy Dorothy Parker”, “Acontecimiento”, de Javier Moreno (Salto de Página), con quien en el mismo festival EÑE (cada vez que lo leo pienso en festival Coño) compartí gin tonic y una estrambótica conversación sobre bodas y rituales de muerte. (Últimamente todos los hombres interesantes que se cruzan en mi vida me hablan de mortajas, debo pensar un rato en ello).

El libro de Moreno arranca así: “Si deseas que lo nuestro siga adelante tendrás que buscarte una amante”. Casi parece una canción popular, por la rima, o una coplilla para saltar a la comba. El de Angélica dispara a quemarropa: “No he conocido a ningún niño que se convirtiera en un buen adulto”. Con ellos un tercero, más calmado de intenciones: “Farándula”, de Marta Sanz -premio Herralde de Novela-. Veremos cómo van despegando de mi pista saturada hasta el mareo de tantas intenciones hechas relato.

El Festival EÑE es extraño. (Coño). Otras veces que fui lo encontré deslavazado. O te traga un salón con debate de rock&roll star –Goytisolo Vs Antonio Lucas– o te encuentras frente a un tipo performántico que grita en el chill out o, como era el caso, un grupo muy kumbayá que gimotea acordes hierbas a un volumen disuasorio. Y a estribor, como en territorio Mordor, estábamos los pequeños. Editoriales independientes remadas por titanes con pasión desaforada y autores entregados al amor que no se agota. Casi en penumbra. “Ayer directamente nos apagaron la luz”, me contaba una de ellas, actriz que declama en inglés por toda España y aún más fuera. “Hay que buscarse la vida”.

Angélica Liddell

Me contagio de su optimismo militante. Del de la uña rota. Firmo cuatro libros y me dan el mongolito de oro: “Eres la única que ha vendido en lo que va de día”. Disfruto hablando con la gente que se acerca, huyendo de los gritones que se desgañitan en el chill out (contradictorio, sí). Les cuento lo que escribo, que es como contar quién soy y cuáles mis intenciones. Las actuales, que no tienen por qué ser las futuras. Me enamoro de cualquiera que nos ha preferido al Madrid/BarÇa que lo copó todo. “El Clásico”, lo llamaban hasta el hastío los periodistas deportivos. (¿Y cuál es el moderno, me pregunto?). Las calles de Madrid se estremecían, desoladas, y el primer frío calaba nuestros huesos, no nuestro corazón.

Hay un síndrome del patito feo que un día se encuentra entre iguales y disfruta. Es tan reconfortante rodearse de quienes aman los libros, las historias. Conocí a una agente con cara de lista y buena y apellido extranjero. No sé si uno que empieza necesita un agente, pero si fuera así querría alguien con esas trazas y ese acento tan dulce: “No le interesa a nadie tu primera novela”, dicho en deje francés o sueco, debe ser música celestial a los oídos, digo yo, aunque te patee el hígado.

-Tienes un año para escribir tu novela.
-Ahh, un año…
-Sí. Y si dudas y quieres mándame lo que tengas y te diré qué pienso.

A sus órdenes, me dije para dentro. Me fío de Ch. Lectora de largo kilometraje que se declara misántropa pero siempre que nos cruzamos me gusta pegarme a su lado. Hay personas estufa y personas precipicio. Gente que no sabe entender que ya no tiene hueco, ni resquicio, y cadáveres que flotan con sus flores por un Ganjes seco a los que murmuras un responso y que sigan su camino, por favor.

Paro ya. Recuerdo sonriendo que el jueves fui nombrada cónsul (consulesa me agradaría aún más) de la República Boligüaya (con diéresis, aunque no la necesite) y debo ser digna del honor. Iwasaki, aquí me tienes, ahorita, ensayando los diminutivos imprescindibles para que no me expulsen de esa patria tan cálida de amigos nuevos que se unen por azar en territorio letras. Con Eñe. Coño.