Mi querida Big-Bang;

Me dispongo a pasar la Nochebuena con mi padre. Solos él y yo. Cada vez que se lo cuento a alguien me dice: ¡Qué horror, no? O me ponen esa cara de conmiseración que la prensa destina a los huérfanos de San Ildefonso en su reportaje del día previo a la lotería. ¡Con tantos hermanos, cuñados, sobrinos y otras especies animales, ¿vas a estar sola con tu padre?, insisten, y ahí es donde se adivina la mirada de sospecha. Seguro qu la chunga de la rubia se ha enemistado con todos y sólo la traga el bendito de su padre. Pues no. Mis hermanos cumplen con sus familias políticas, como dicta el protocolo del amor cortés, y yo, que no tengo suegra ni perrito que me ladre, voy a pasármelo pirata con mi padre.

Que sepas que me parece un planazo. Mi padre mola, mi padre es un bien escaso que pasa la mayor parte de su vida triscando en las montañas, porque la ciudad ya no es para él. Mi padre habla poco, pero el día que coge carrerilla no hay quien le detenga. Mi padre era el único que me llevaba al practicante sin que me escapara cuando era pequeña. Y además caza jabalíes y se los zampa con sus amigotes. A ver, ¿cuántos padres hay como él?

“Papá, ¿qué te parece si nos vamos a pasear hasta la hora de la cena, y luego ya si eso nos aplicamos al el foie y al pimple, vemos una peli de guerra de esas que te gustan y nos vamos cada uno a su casa?”. Y el hombre me dice un “vale” y me jura que no hará el menú más grasiento de la Navidad, como todos los años. “No, papi, si voy a cocinar yo…”.

Pero a mi padre le quitas la cocina y se queda en nada. Su especialidad es una sopa de fideos que se tiene ella sola en vertical. Un prodigio de la física que no ha prosperado porque él no se llama Adriá, pero al tiempo. Y,aunque es joven,ha heredado de mi abuela esa mentalidad de la guerra que consiste en invitar a mis chukis a cenar un menú de 5000 calorías que a ellas les rechifla y aún no han relacionado con las noches de pesadillas indigestas.

Así que aquí me tienes, deseando que llegue el 24. Una noche donde mis hermanos no estarán con sus chascarrillos animando el cotarro, donde no despellejaremos a nadie (o sí) y donde es posible que termine enterándome de algún secreto de familia de los que mi padre desclasifica cuando le viene en gana. La última bomba fue de alcance superior a los papeles del Pentágono. Ardo en deseos. Papá, no me decepciones!