El mejor sustituto del sexo es una buena serie de televisión. También está la comida, que es un clásico. Pero la serie no engorda, te la llevas a la cama, no echas migas y alcanzas tantos orgasmos como capítulos sin tener agujetas al día siguiente. Es inodora e incolora. Puedes hablar de ella con otros viciosos y nadie te llamará ninfómana sino drogadicta. Lo cual es mucho más llevadero y sexy en según qué círculos.

Eso sí, eres la serie que ves y debes asumir la tormenta de prejucios que se desencadena con el outing. Alguien me dijo el otro día que veía “El Príncipe”. Una españolada donde sale un macizo de mirada felina y sex-evidente y dos guapas de salón que no puedo juzgar,  pero apuesto a que no resistiría ni un capítulo. En este punto no quisiera parecer una esnob. Sólo una víctima de la calidad. Ir de más a menos es siempre un riesgo. Ocurre con todo. Si en lugar de Lefties vas de Prada difícilmente serás feliz con un bolso de imitación. Si lees literatura caviar es raro que termines dándote un banquetazo de literatura Whopper sin que te den retortijones a nivel hipotálamo.

Y luego están esas regresiones autojustificativas que uno comete con la excusa de “este libro me lo he comprado para la playa“. Y la playa es ese comodín necesario para ventilar las lorzas del invierno, la fritanga con esa horterada llamada tinto de verano y las letras de poca monta también llamadas best sellers. Y nada que juzgar al respecto.

En mi entorno psicoprogre sin alharacas (sea ésto lo que sea) hay confesiones que no se admiten o se reciben con un mohín menospreciativo: Ser de derechas (excepto de Ciudadanos), ser de izquierdas (excepto de algún partido romántico y desaparecido), ir a misa (salvo que incluya un Requiem con su coro, no valen grabaciones), llevar medias color carne, beber cócteles rosas con nombres cursis, aplaudir a Bernard Henry-Levy, criticar a las putas, airear los logos, confesar que te gusta un cantautor, ligarte a un funcionario o a un militar, ir a sesiones de mindfulness, el tofu como base alimenticia, las blusitas con chaqueta boba, los muebles de IKEA a todo trapo, “El Gato al Agua” (salvo para hacer mofa y befa del presentador) y los documentales de animales de la 2.

Raphael




Si no eres modernícola pero tampoco carca (término obsoleto que me convierte en eso, precisamente) vives en una Tierra Media insoportable donde pasarte de la raya es igual que no llegar.  Y observas con desmayo cómo los más guays adoran a Raphael, igual que los extraconservadores. Y llevan vestiditos lánguidos (igual que las señoras), y se tragan el Sálvame y lo airean con orgullo y sólidos argumentos como “es puro Shakespeare”. Y tú, que no eres ni una cosa ni otra, decides no caer en esa trampa y te compras el disco de Paco de Lucía, que parece no agrede a ningún influencer, y visitas iglesias sin arrodillarte ante nadie, y juras por tu vida que detestas los concursos de la caja boba. Y que no has visto  Master Chef. Y notas que estás de más en las tertulias de tus queridos modernos. Y que es un gap generacional intrínseco. Aunque algunos tengan tu edad.

Ayer me acosté con Kevin (de nuevo) y he dormido de un tirón. A este paso, le digo a J, perderé todo mi sex appeal cimentado en el insomnio y la desorientación. Porque he ido solita a la T-4 de Barajas en dos ocasiones (parking incluido) y sé cómo ahogar a mi coche para que arranque y me lleve a los confines de mi vértigo. No fumo, bebo sin remordimientos y sufro hasta que escucho a mi hija rasgar la cerradura con sus llaves, siempre al alba (las madres modernas llegan media hora antes que sus hijos). Detesto la ordinariez y me niego a aplaudir a esos mitos grotestos que salen en Supervivientes o la isla de los despelotados. Sí, seguro que si rascas te montas una teoría de alto alcance intelectual, pero no deja de ser una treta.

Yo prefiero zamparme un Whopper completo el día que me da por ahí. Y es mierda, ya me consta. Pero no haré una disertación sobre el detritus como trampolín hacia el olimpo de la razón pura. Me falta mamarrachismo y me falta erudición.

Y no pagaría por ir a un concierto de Raphael. Ya lo siento.

Pero me sé todas las letras de sus hits…