El Fraude

Ayer fui a ver “El fraude” con mi amiga P. No se trata de una peli de culto, ni de arte y engaño, pero llevo una racha diletante en profundidad y tengo tantos frentes abiertos que necesito ligereza y cariño. 

Con esas credenciales nos plantamos las dos en las butacas, dispuestas a un revival de sex appeal de Richard Gere, protagonista absoluto de la cinta. Debo añadir que en la sala debía haber no más de doce grados de temperatura, garantizados por un chorro de aire acondicionado que nos tuvo a las dos encogidas, con bufanta y el abrigo a modo de manta.

Es decir, que mucho calentón no tenía que procurar Richard para que dejaran de temblarnos las rodillas o lo hicieran por otra causa mucho más heróica.

Antes, en los previos, P. y yo aprovechamos para darnos algunos titulares de nuestras vidas, dado que hemos pasado demasiado tiempo  sin frecuentarnos. Ella me recitaba uno, y yo otro, hasta que se apagaron las luces. No diré quién dijo qué, pero algunos fueron estos:

-Vuelvo a estar sola, como cuando te dejé. He hecho un ciclo completo, diríamos. De la A a la Z.
-Cada vez me dan menos traducciones, esto de la crisis es una mierda.
-Me gustan los hombres de nuestra generación, en realidad me gusta uno pero no tiene hueco.
-¿Hueco, como en el trastero?
-Soy una impostora. Vivo de la realidad pero tengo más que un pie metido en la ficción.
-Sigo en el diván, nueve años después, pero pronto me licencian. ¿Seré capaz de andar sin muletas?
-Estás guapa.
-Tú sí que estás guapa…

Los títulos de pantalla nos silenciaron a la fuerza, y entonces llegó Richard Gere. El mito sexual de las mujeres de entre 40 y 60 años. Aquel Oficial y Caballero que no soporta una revisión porque ha envejecido fatal. El chulazo ejecutivo que encandiló a Julia Roberts en Pretty Woman, esa alegoría de la prostitución venida a cuento de hadas que mi adolescente adora para mi desesperación.

“Hay que ver qué buen pelo tiene”, dije yo, marcando el listón intelectual de nuestros comentarios desde ese instante. Porque si te matan de frío en el cine y eliges una peli ligera pero no has comprado palomitas, qué menos que poder comentar como las viejas con tu amiga, arrebujadas y tan felices de un  reencuentro que ni Richard ni una anecdótica Susan Sarandon iban a eclipsar.

Como estáis esperando que la gurú del cine que me habita os diga qué le pareció, y disculpándome de antemano por la simpleza de mis comentarios -pensad en una mujer cansada y justita de de glucosa- ahí van algunas consideraciones:

1-La peli es un soliloquio de Richard Gere, que se merienda el 100% de los planos componiendo su escasa y reincidente colección de mohínes que son a veces de Oficial y Caballero y a veces de Pretty Woman. Un ejercicio divertido es adjudicárselos a una o a otra.

2-Richard está ¿bueno?, sí, pero viejuno. Y a ratos esas miraditas seductoras parecen trucos de mago viejo que provocan cierta lástima aunque hayas sido fan. Atención al momento en que se le ve la tripa y esa carne ya desfalleciente de hombre maduro.

3.La historia es entretenida, la verdad. Te lleva a Madoff, las trampas, la falsedad de los mercados, la doble vida de un tipo con mujer y amante, la ambición desmedida, el poder… La vida misma tal y como la estamos viendo con mucho frío, una intemperie que asusta. (O sea, que el aire acondicionado en la sala del cine Princesaera una metáfora, acabo de caer)

4. La única secuencia de sexo es inverosímil. ¡Pobre Richard, para lo que has quedado! E, insisto, el actor ha debido firmar por contrato que no enseña ni las piernas. La vieja verde que empiezo a ser tuvo que excitarse con la cabellera blanca y tupida. Poca cosa.

5.Lo mejor de “El Fraude” es que cuando sales no tienes nada que comentar. No hay intrahistoria, metahistoria ni probabilidad de interpretaciones esotéricas. Es lo que es.

Y tú puedes coger a tu amiga del brazo y dirigirte a un bar a poneros al día de tanto tiempo, de tantas cosas. Y hablar por turnos, tan felices, y parar a coger aire de cuando en cuando.

-¡Pero qué guapa estás!
-Tú sí que estás guapa. Cuéntame lo del hombre del trastero…