Ítem:está claro que Stuart piensa que ha aumentado su cociente de savoir faire en el último decenio. Pero si en una reunión mundana eres el único varón sin pareja, ¿acaso no es de buena educación, sin más, hacer pesquisas preliminares sobre la única mujer presente que no tiene pareja? Del tipo:¿A qué te dedicas? ¿Tienes horario partido o jornada intensiva?¿En qué oficina de Hacienda haces tu declaración? Pero él se limitó a clavar la vista en Ellie como si tuviera problemas con sus lentillas”. Amor,etcétera. Julian Barnes.

“Me llamo Jessica y trabajo de nueve a tres. Ni un minuto más, ni un minuto menos”.

La mujer con la que coincido en el autobús muchas mañanas tiene los ojos saltones, pintados con raya contundente, luce abundantes pulseras de baratija, ropa amplia en tonos beige, bolso de plástico y algún anillo de plata. Además siempre lleva una bolsa enorme llena de cosas, lámparas y así. Andará por los cincuentay su tono de voz sobresale no por el volumen, precisamente, sino por su agudeza áspera, casi sobrenatural.

Un día, sin más se acercó a mí y me soltó: “¿Qué miras en el móvil?” Yo no daba crédito, pensé que se equivocaba de persona, pero no. Era a mí.

-¿Qué miras en el móvil?
-Pues…cosas (fue lo más cortés que se me ocurrió, dadas las circunstancias)
-Ah…Yo escucho la radio, seguro que te has fijado.

-Umm…no, no me había fijado.

Este encuentro lo interpretó ella como una invitación a hacernos las mejores amigas del autobús. Un título que otorgan cuando llevas mucho tiempo coincidiendo con los mismos, observando sus ojeras, sus pieles recién perfumadas, sus Ipods y…sus zapatos. Detalle que a mi más mejor amiga de autobús no se le escapa.

-Te miro los zapatos cada día. Alucinantes. Imposibles. ¿Te has caído alguna vez?
-Noo. Bueno, sí, el otro día en la oficina me pegué un tortazo al tropezar con la bicicleta. Tengo un enorme moratón en la rodilla.
-Lo suponía (triunfante)

Ahora me habla de su hijo, del fontanero que le hizo un charco negro en la cocina. Me habla de que tiene una casa en alquiler y necesita comprar unos focos. Me los enseña dos días después. “Son de los chinos, verás, tres euros. ¿Monísimos, a que sí? Asiento sin dudarlo. Iba mirando el catálogo de IKEA y ella prácticamente me lo arrebata para mostrarme todos los focos que han pasado por su cabeza como candidatos a la citada casa de alquiler. Trago saliva, una fuerza misteriosa me dice que no debo ser borde. Ahora ella quiere ver alfombras. Le paso el catálogo. Pero no. Quiere compartir el momento. Extraigo de mi bolso la crema de protección solar. Antes de echármela me siento obligada a ofrecerle un poco, como quien ofrece un chicle o un caramelo. Acepta encantada.

-Yo me pongo crema cada día. Ya no escatimo, como antes, y me compro Nivea, que es de las buenas. ¿Cuál usas tú? pregunta poniendo su cara a escasos cinco centímetros de la mía.
-No sé…la que cae en mis manos, soy bastante infiel.
-No, fijo que son de las caras, porque esta que me has dado es de marca.
-No creas…
-Que sí. Yo como tú. No escatimo y compro Nivea.

A esas alturas del viaje me asfixio. Necesito llegar y despedirla. Me siento invadida y torpe por no haber sabido rechazar a esta mujer que, sin embargo, me da cierta pena. Tengo la sensación de que nadie la escucha en su casa y ella se toma su venganza en el autobús, con el primero que pasa.

-Yo me bajo aquí mismo también. Trabajo en el PP, ¿sabes? Pero a las dos en punto me marcho hoy, que tengo que colgar los focos.
-Ah, sí, claro. Son preciosos…

Y justo antes de que se la trague la calle Génova me echa un último vistazo/refilón a los zapatos.

Ellie no está casada ni comprometida (…) pero lleva un anillo en el dedo corazón de la mano izquierda. Yo llevaba uno en una época, una forma de decir que no se me acercaran, de no explicar cosas, de invocar a un novio imaginario, de defender tu territorio cuando no soportas la visión de los hombres durante unos días. O semanas. O meses. Julian Barnes.

pd. Sí, me repito con la canción, pero es la que me pide el cuerpo. Ella va a estar en la parada, lo sé. Debo armarme.