Mi querida Big-Bang:

Ya me estás diciendo qué significa tener un sueño de muchos decibelios con un tipo que, en real life, no te pone nada. Y qué cara se me va a poner cuando lo vea de cuerpo presente, después de lo bien que nos lo hemos pasado juntos. Es decir, ¿a un amante onírico se le dice “cómo estuviste, mi amor!!” o basta con echarle una miradita de soslayo, un sí es/no es libidinoso, para que se dé por enterado? En realidad, encuentro múltiples ventajas a la pasión virtual: no ocupa sitio en la cama, no ronca, no espera una ovación y vuelta al ruedo y no da pie a segundas partes de menor intensidad.

Ya, que la que no se consuela es porque no quiere, ¿verdad? Pues que sepas que a mi amiga C. un sueño erótico con Pau Gasol le dio para metros de mails calentorros. A mí, que me parecía un gigante de anuncio de lata de espárragos con cara de llegarle poco el riego al cerebro, llegó un momento en que lo vi hasta guapo. Y así nos pasó a todas las amigas. El fenómeno era parecido a la histeria de las groupies en un concierto de rock. El desgarbado armario de tres puertas nos metió una de tres puntos colectiva de la que aún nos estamos recuperando.

Hay fantasías generacionales que a Lacan le hubieran puesto cachondísimo. Mi primer mito erótico fue Jeremy Irons, claro, con su personaje de Charles en “Retorno a Brideshead”. Tan imperturbable y tan atormentado. Para cuando le quise ver el ramalazo gay se había beneficiado a Julia, la hermana de Sebastian, con lo que mi pasión alcanzó cotas estratosféricas. Jeremy no era el tipo que más molaba a las quinceañeras, así que en mi pandilla apenas encontré competencia y pude soñar a gusto. Hasta que años después vi “Herida” y lo odié. Hasta que años después me enteré de que se había querido beneficiar a Loles León y me di cuenta, desalentada, de que nunca sería su tipo.

Entonces me dije: soñemos con un tipo más feote. Burdo por fuera y delicado por dentro. Y Harvey Keitel entro en mi vida. Antes incluso de que se pusiera en pelotas delante de un piano, que ya son ganas. Harvey miraba y una historia completa se desataba por dentro, sin apenas mover un músculo. Es decir, mi erosueño con Harvey debía tener un fuerte componente vouyeurista, y mucho silencio. Así que yo me acostaba concentrándome en estos elementos, pero amanecía soñando con Dani de Vitto y un escarceo de puticlub de carretera con neones lilas.

Vale, sí, ya sé que no tienes pastillacas para programar mis noches, pero el día que alguien las invente seré una mujer feliz. Los lunes, Jeremy (por los buenos tiempos), los martes, George (por subir Up in the air), los miércoles, Robert Downey Jr (porque ya se desenganchó), los jueves, Paul Auster (por aunar creación y mirada), los viernes, un sorpresa. Y para el fin de semana, mejor un chute de realidad, no sea que de tanto soñar se me olvide el estremecimiento de la caricia.