Ninguna mujer se desnuda como paso previo e imprescindible para practicar una felación.

Advertencia: este post no es apto para menores. Me lo ha inspirado mi querida amiga A-1, que dejó de ver Dexter, la serie del psicópata que trabaja para la policía, muy airada por una sola secuencia. Cinco temporadas echadas al contenedor de los dislates por apenas un minuto. El que ella podía haber empleado en ir a la cocina a hacerse una ensalada muy integral o en convencer a su perrita Isis de que soltara el cojín de plumas de pato.

La cosa es que en un capítulo Dexter, ese ser rubito, angelical y casi frígido, acude a una reunión creo que de Alcohólicos Anónimos y en un momento dado se queda a solas con una mujer. Saltan chispas y ella termina de rodillas delante de él, no sin antes quitarse la blusa. Y ahí interviene mi querida guionista:

“Esta escena sólo la podía escribir un hombre!!! ¿Qué mujer se quita la camisa antes de chuparla? (con perdón). ¡Esa es una fantasía absolutamente masculina y desde luego inverosímil!”

Lo que nos llevó a un debate de altura sobre el sexo oral, que tenía fascinado al camarero. El hombre no hacía más que servirnos en un restaurante de menú donde prácticamente te tiran los platos a la cabeza. A punto estuve de preguntarle: Y a usted, ¿qué le parece? ¿felación en top-less o con hábito de monja?

Lo mejor de las fantasías sexuales es que todos pensamos que son de elaboración propia -alta costura-y en realidad son pret a porter o incluso moda pronta. Nos las han inducido el cine, la literatura y los músicos malditos. Son como esos platos precocinados que sólo hay que meter al microondas antes de servir. Cocina sencilla, con pocos ingredientes y ninguna estrella Michelin.

Precisamente la cocina es el arranque de Dexter. Unas manos van cortando la carne, un mosquito ronda la piel, hay una trituradora cerca…Todo inquietante y difuso, al menos para mí, que dejé de verla hace varias temporadas, no por la felación sino porque se me hacía cansina y de estructura tan simétrica que se me quitaron las ganas de hincar rodillas frente al carnicero vengativo vestido de querubín. En mis fantasías jamás hay hombres con cara de niño ni bolsas de plástico con vísceras palpitantes.

Me he propuesto, eso sí, hacer una encuesta entre mis amigas. Apuntaré con disciplica de ornitólogo las costumbres sexorálicas de todas. Serán confesiones de alto voltaje que podrían terminar con los rituales de cortejo de toda una generación. Ya he hecho algunas llamadas y aquí va la primera aportación de E. Una mujer resuelta y picantona que quiere destrozar un mito: “A las mujeres no nos excita practicar la felación, pero hemos fingido tan bien -con la inestimable ayuda de Lucía Lapiedra y otras diosas del sector X- que ellos están convencidos de lo contrario”. 

Cuidadito, Dexter, que con esa cara de no haber matado una mosca puedes haber abierto la caja de los truenos.